menorca covid-19 coronavirus estat d'alarma entrevista Mario wolstein | Josep Bagur Gomila

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Militar retirado y expresidente del At. Villacarlos, Mario Wolstein ha vuelto a darle esquinazo a un pasaje crítico de su existencia tras superar la infección del coronavirus, lo mismo que solo seis años atrás hizo con un ictus del que también logró recuperarse. Emocionado y con el ánimo recobrado, a sus 68 años de edad siente que ha vuelto a nacer por tercera vez. Ha contribuido a ello el equipo profesional que le trató en el hospital, en especial, subraya Mario, el doctor Jorge Guerrero que le atendió nada más ingresar en el ‘Mateu_Orfila’, antes de que fuera necesario su traslado a la UCI, y de nuevo cuando salió de ella y regresó a planta hasta que fue dado de alta y pudo volver a su casa.

A mediados de marzo le sorprendió la fiebre y el malestar pero el virus no le fue diagnosticado hasta una segunda visita médica a la clínica después que por teléfono le indicaran que tomara paracetamol, primero, y antibiótico más tarde sin que su estado mejorase. Fue el detonante para su ingreso inmediato en el Hospital Mateu Orfila, en el que se mantuvo durante 30 días de extrema dureza, hasta que pudo regresar a su domicilio el 21 de abril. Fue el segundo paciente que ingresó en la UCI del centro hospitalario por la covid-19 y el primero que fue extubado.

¿Cómo se encuentra?

—Francamente bien, en casa me he recuperado mucho, ya salgo a caminar dos veces al día, hago ejercicios aquí, y voy mejorando.

De los 30 días ingresados, pasó 10 en la UCI. ¿Recuerda algo?

—Nada, sé que estuve intubado y a veces me pasa alguna imagen por la cabeza, pero no sé nada de esos días, solo recuerdo algo de los anteriores cuando estuve en planta, en observación, y fui atendido excepcionalmente por el médico Jorge Guerrero, hasta que me bajaron a la UCI de la que no sé ni cómo es. Si acaso recuerdo los aplausos que me dedicó el personal sanitario el día que me desentubaron.

¿Qué síntomas tuvo de la enfermedad?

—Empecé a tener mucha fiebre, 40 grados, y mucho cansancio, no me podía levantar de la cama ni siquiera, hasta que fuimos a la clínica por primera vez. Allí la radiografía de los pulmones salió normal por lo que volví a casa pero como seguía mal, fuimos de nuevo al cabo de tres días, y de allí, tras hacerme el test y dar positivo, ya me trasladaron en ambulancia al hospital.

¿Toda su familia se sometió al test tras conocerse su contagio?

—No, (responde Magadalena Martorell, su mujer). Yo me lo hice por mi cuenta, pagándolo de mi propio bolsillo. A mí me salió positivo pero no tuve ningún síntoma. Llamé al 061 advirtiendo que mi marido estaba ingresado por el virus, y me dijeron que si tenía fiebre, 38 o más grados, volviera a llamar, pero afortunadamente no fue necesario porque la temperatura no me subió. Estuve en cuarentena y prácticamente todo el mes sin salir de casa desde que ingresaron a Mario en el hospital.

¿Durante el tiempo en el hospital pudo tener contacto con su familia?

—No, desde que ingresé estuve completamente aislado, tanto en planta como en la UCI. Cuando salí de la unidad de cuidados intensivos también continué aislado pero los tres últimos días el médico sí permitió que me visitara mi familia unas horas ya en el último tramo de la enfermedad, no antes, porque yo seguía muy desanimado. Como dice mi mujer, los médicos y todo el equipo se merecen un monumento por cómo han trabajado en este proceso.

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¿Qué piensa de esta experiencia en su vida?

—Al final ha acabado siendo positiva porque me estoy recuperando bien. Si te pasa algo así hay que intentar hacer todo lo que te indican y enfrentarte a lo que venga, eso es lo que me queda como experiencia.

Usted tuvo un ictus hace seis años del que se recuperó. ¿Ha sido peor el coronavirus?

—Sí, es peor esta enfermedad porque te deja extenuado y desquiciado, sin ninguna gana de hacer nada. No es que tuviera un dolor insoportable en algún día o en algún momento, es la falta total de ánimo, la enfermedad te deja muy depresivo. En cambio con el ictus, al salir de los días que me tuvieron en la UCI ya pude estar con mi familia constantemente en la habitación. El aislamiento al que te obliga el coronavirus es lo peor aunque cuando volví a planta sí podíamos hacer alguna videollamada gracias a las enfermeras.

¿Ha perdido mucho peso?

—Sí, perdí 15 kilos. Cuando salí del hospital parecía un angelito desnutrido.

¿Tiene alguna idea de cómo pudo contagiarse?

—No lo sé, la verdad. En marzo fuimos a un viaje del Imserso, a Huelva, y si no fue allí no sé dónde pude cogerlo. Hubo otros dos contagiados en el grupo que hicimos el viaje, al parecer, pero en su caso fue muy leve.

¿En este mes en el hospital tuvo la sensación de que veía de cerca a la muerte?

—No lo he querido creer ni pensar. Tengo 68 años y aún tengo que dar bastante guerra. Dios me ha llamado ya dos veces, preguntándome si tenía que subir con él, pero yo le he dicho que aún me encuentro bien aquí abajo.

¿Qué vida hace ahora?

—Normal, no tomo ninguna precaución especial más que la de usar la mascarilla para salir a la calle cuando voy a caminar, y unas vitaminas para fortalecerme. Poco a poco me recupero haciendo gimnasia en casa y yendo a caminar.