Pasajeros en la terminal del aeropuerto de Menorca | Josep Bagur Gomila

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Un cuarto de hora después de la llegada del verano, el sábado a las 23.44 horas, España salió del estado de alarma en el que se vio sorprendentemente adentrada aquel lejano 14 de marzo como consecuencia del decreto del gobierno para combatir la covid-19. Se han cumplido 97 días y Menorca lleva semanas tratando de recuperar el tono a un ritmo cansino que no se corresponde con la escasa incidencia del virus en la Isla. Solo hay dos casos activos en la Isla de los 114 que se han contagiado en total.

El fin del estado excepcional supone la entrada de la nueva normalidad, que si es nueva no puede ser normal, aunque en Menorca los hábitos sean los de siempre, ahora circunscritos, eso sí, a menorquines y residentes mientras llegan los turistas. Los baleares ya están desembarcando en Ciutadella en los buques de Baleària al reclamo de la atípica celebración de Sant Joan, los nacionales ya pueden viajar, y en julio será el turno de los extranjeros, salvo un avión alemán que aterrizará la próxima semana. Cuatro vuelos nacionales llegaron a la Isla en el primer día del nuevo estado -ninguno lleno-, de Barcelona, Palma (2) y Madrid, y cinco se marcharon a Palma (3), Madrid y Barcelona. La planta hotelera acentúa su progresiva reapertura y los cines abrirán a principio de julio.

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Devueltas las competencias a las autonomías, el Govern asume como obligatorio el uso de la mascarillas en espacios cerrados y abiertos, si no se puede guardar la distancia interpersonal, y limita los aforos en rituales fúnebres y nupciales. Los sopars a la fresca y otros eventos populares se podrán retomar el 1 de julio, con todos sentados, y como novedad, los locales de ocio nocturno, con el baile prohibido, deberán cerrar a las 2, lo que contraría a sus propietarios.

Como en Menorca cabemos todos, no hay problemas de aforo ni permanencia en las playas, como determina el Ejecutivo. Cala Galdana, Punta Prima o Cala Morell, entre muchas otras, ofrecían ayer una estampa insólita a 21 de junio. El menorquín es la lengua predominante a la orilla del mar, en paseos y terrazas. La nueva normalidad nos ha devuelto a la Menorca de antaño, más menorquina, menos mundana.