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El ocio nocturno del puerto de Ciutadella permanece cerrado prácticamente al cien por cien. Pese a la opción que daba el Ayuntamiento de solicitar una licencia exprés de bar-cafetería para que pudieran trabajar hasta la una de la madrugada, la mayoría de empresarios no quiere perder sus permisos de café-concierto o discoteca. El cierre de los bares de copas desde el 18 de agosto, que en Balears ya tenían vetada la actividad de sala de fiestas o discoteca antes de las últimas medidas restrictivas, no ha sido determinante para que las cifras de contagio de la covid-19 en Ponent bajen. Muy al contrario, es la zona sanitaria que está ahora bajo la lupa y su futuro, con cribados por calles, franjas de edad, o incluso un hipotético cierre, está por decidir.

El foco se ha puesto en estos establecimientos pero los grupos se han trasladado a otros bares en el casco urbano o a fiestas particulares y botellones cuyo control ha superado las posibilidades de la Policía Local. Como ya manifestaron cuando entró en vigor la obligación de echar la persiana, se sienten injustamente culpados y ahora se arrepienten de haber invertido en mejoras y medidas de seguridad contra el contagio que no van a poder amortizar.

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«Yo me he visto impotente para controlar a la gente, algunos se enfrentaban cuando les recriminaba que no estaban usando la mascarilla, al final tenía hasta ansiedad, miedo a lo que hicieran los clientes y a una inspección», asegura uno de los propietarios de un bar de copas del puerto de Ciutadella. Afirma que las fuerzas de seguridad se han visto desbordadas. «La Guardia Civil te decía que no era su competencia y la Policía Nacional que no acudía si no requería su ayuda la Policía Local, Es Pla se volvía un descontrol al expulsar a la gente de nuestra zona de ocio», comenta, «sin mascarilla porque fumaban, comían un crêpe o un helado, todos tenían una excusa», concluye.

«No somos Eivissa, aquí no hay macrodiscotecas, somos locales pequeños y ya funcionábamos como terrazas», explica otro dueño de un local que ha tramitado un ERTE para sus empleados fijos-discontinuos y a otros los ha tenido que despedir. «Los recibos e impuestos llegan igual», se lamenta, «hacen falta ayudas». Todos los consultados creen que se les ha culpado injustamente de los contagios. «Se tenía que haber sancionado a los empresarios y a la gente, a todos, los que lo hacen mal, los que no cumplían las normas, pero dejar seguir a los demás», remacha otro empresario afectado.