Las empresas han sobrevivido a la pandemia con descensos de producción considerables. | Josep Bagur Gomila

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El sector del calzado, la principal industria de Menorca, arranca el año con el anhelo de recuperar el volumen de actividad previo a la pandemia pero con un horizonte todavía cargado de factores que alientan una incertidumbre que es una mala compañera de viaje para los negocios. El virus condiciona el consumo y extrema la prudencia a la hora de formalizar los pedidos, a lo que se suman el problema global de los suministros y el incremento de los costes, que obliga a revisar los precios.

En principio, y según distintas fuentes consultadas, 2022 debería servir para consolidar la recuperación tras el batacazo en las ventas de los primeros meses de la pandemia. Según las cifras de la Asociación de Fabricantes de Calzado de Menorca, englobada en PIME, los alrededor de 800.000 pares vendidos en 2020, con una facturación de unos 38 millones de euros, suponen un descenso en ambos casos del 35 por ciento respecto a 2019. La abarca, el producto más turístico, cayó de 603.000 a 382.000 pares. La exportación aguantó mejor, con un 27 por ciento menos. Las cifras de 2021, sobre las cuales no hay aún datos recogidos, se quedaron a medio camino, mejores sin llegar a niveles de 2019, según los empresarios consultados.

«Cuesta arrancar, el sector quiere despegar pero las circunstancias no acaban de acompañar», explica Carlos Truyol, de Ria Menorca. La covid-19 determina el ánimo de la gente y su confianza, lo que repercute en el gasto. Explica que han cerrado muchas tiendas, «y se nota».

Quim Gener, gerente de Homer’s, asegura que en su empresa están «ilusionados, con una colección nueva, pero los clientes también tienen que estarlo. Las perspectivas son buenas». Gener admite que el consumidor «está tocado» y que el producto de alta calidad se resiente en primer lugar.

Desde Jaime Mascaró, a través de su servicio de comunicación, explican que «después del tsunami del 2020, 2021 ha sido positivo para todos aquellos que hemos hecho los deberes durante la pandemia, hemos reducido costes, hemos reorganizado proyectos. Al final, si se sigue trabajando bien, los resultados saldrán».

Juan Carlos Fernádez de Salort, presidente de la Asociación y en la dirección de Pons Quintana, afirma que el año se afronta «en plena incertidumbre», con un virus que no da tregua y unas medidas desde la administración «ante las que uno no sabe a qué atenerse». Confía en seguir la recuperación iniciada, pero admite que «tenemos que ver cómo responde el cliente».

Miguel Pascual, gerente de Mibo, explica que de momento «hemos salvado los muebles, parece que lo más grave de la tormenta ha pasado», ante lo cual ahora tiene las esperanzas puestas en una temporada turística algo más larga que en 2021, «es algo que nos afecta tanto en las tiendas como en la fábrica».

Truyol confía en que cuando pase la pandemia, factor fundamental, «el trabajo aumentará» y que, ahora mismo echando la vista trás, «hay que estar contentos, estamos vivos, el balance de la pasada temporada es más o menos positivo». Por su parte, Pascual afirma que «ahora no nos podemos quejar del trabajo que tenemos después de un año y medio muy duro», mientras que Gener considera que 2021 marcó una tendencia relativamente positiva sobre la que trabajar para llegar a niveles de 2019, «las perspectivas son interesantes». Todo ello, en función del ritmo del virus.

Por otro lado, el incremento de costes en materias primas, transporte o electricidad también golpean al calzado. Además hay más dificultades para encontrarlos y disponer de ellos. Estas circunstancias obligan a recalcular precios, pero no siempre se pueden repercutir, aunque sea parcialmente, en el precio de venta del producto. Aún así, será inevitable un encarecimiento para el cliente final. Como con todo.

«Lo amortiguamos como podemos», comenta Quim Gener, gerente de Homers, quien espera que las subidas no sean determinantes para decidir una venta. Los fabricantes se encuentran a menudo con que ya han pactado un precio con el cliente y luego les llega, de forma sobrevenida, un encarecimiento de una parte de los costes. Miquel Pascual, de Mibo, explica que «entonces ya no los puedes tocar hasta el final de la temporada, si has dado un precio ya...» Desde Jaime Mascaró explican que, sin duda, el incremento de costes repercutirá en el precio final del producto. Fernández de Salort comenta que «hora por hora, y después no los podemos atender todos». Maldita incertidumbre.