Los pescadores muestran su insatisfacción con las medidas impuestas por Bruselas | GRUP SERRA

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El primer año de las restricciones impuestas por la Unión Europea a las barcas de arrastre ha dejado un agujero de 30 toneladas en el balance de la flota menorquina. La reducción en el volumen de captura se refleja sobre todo en las tres barcas del bou con base en Maó, que cerraron 2021 con 25.501,3 kilos menos que el año anterior. En Ciutadella, donde tienen base otras tres embarcaciones de esta misma categoría, la pérdida resultó más atenuada, 4.417,1 kilos menos.     

Los profesionales muestran su insatisfacción con las medidas impuestas por Virginijus Sinkevicius, comisario europeo para el Medio Ambiente, Océanos y Pesca. «Nos ha quitado 60 días más de trabajo al año, en la práctica supone que hemos de estar parados cuatro meses», denuncia Xavier Marquès, presidente de la Cofradía de pescadores de Ciutadella. «Ni siquiera podemos protestar, los políticos de aquí se escudan en que es cosa de Bruselas», agrega.

Mercado

Una de las consecuencias es que al mercado llega menos pescado local, «pero no hay impedimento alguno para que venga pescado de fuera. Es una contradicción que los políticos todos hagan su discurso para consumir producto de kilómetro cero pero no nos dejen trabajar para disponer de pescado local», critica Marquès.

En la misma crítica se alinea Pito Quintana, presidente de la Cofradía de Maó, «faenar menos de 180 días al año no es rentable», asegura. Ninguna embarcación pudo trabajar el año pasado más de 200 días. El Govern les ha prometido compensar las pérdidas por esa reducción, pero «lo que queremos es trabajar, no subvenciones, que destinen ese dinero para sanidad, por ejemplo», responde Quintana.

Otra de las consecuencias que trae la limitación es laboral. Los trabajadores, que antes paraban un mes al año entre vacaciones y varada técnica, han visto como irremediablemente sus contratos han sido reconvertidos a fijos discontinuos porque ahora son cuatro meses los que han de parar. «Cada vez ponen más obstáculos, ya hace seis años que nos han vedado el Canal de Menorca», recuerda Marquès.

Las tres barcas de Maó, con el fin de cumplir la limitación, han comenzado a faenar entre finales de febrero y finales de marzo.    Cada una fija su periodo, pero recuerdan que tampoco se puede dejar desabastecido el mercado en Navidad, «la gente que vive aquí todo el año es la más perjudicada», denuncia Marquès.