Deterioro y locales cerrados forman parte del paisaje en la urbanización de Cala en Blanes de Ciutadella. | Gemma Andreu

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Tiempos pasados fueron mejores en Cala en Blanes. Así lo atestiguan empresarios y residentes, que no dudan al señalar que la urbanización de Ciutadella es hoy una sombra de lo que fue. A pesar de que recibirá este verano a varias decenas de miles de turistas, gracias a los numerosos hoteles y complejos de apartamentos que cada pocos días renuevan entradas, esto no se traduce en una actividad especialmente destacada en la oferta complementaria, ni siquiera en un año récord en cuanto al número de visitantes que llegan a la Isla. De hecho, las expectativas han sido tan desalentadoras para algunos, que por lo menos una decena de restaurantes han preferido no abrir y jugar a verlas venir de cara al próximo año.

«Qué mala imagen da ver los restaurantes cerrados y en este estado», comentaban este viernes dos turistas que transitaban por el eje central de Los Delfines. Lo hacían mientras observaban con asombro el paisaje desolador de la vallada Plaça Domingo. Y un poco más allá, un poco más de lo mismo. En toda la urbanización de Cala en Blanes son numerosos los restaurantes que muestran sus cristales cubiertos con sábanas, papel de periódico o plásticos.

Demasiados factores en contra

Son varias las razones que han empujado a los restauradores a no abrir sus negocios, ya sean propietarios o arrendados que se encargan de la explotación del local. A los efectos de la pandemia que todavía colean —y que ya de por sí son suficientemente importantes—, hay que añadir la dificultad que existe, no solo a la hora de encontrar personal cualificado, sino también para encontrarle alojamiento. Es una misión casi imposible.

En el Restaurante Yuca, Alberto Almaraz lo tiene claro. «Hay que estar medio zumbado para meterse ahora en un negocio; tienes que tener un buen colchón y mucha paciencia». Porque cuesta mucho que las cuentas salgan.

Miguel Rodríguez ‘Chiqui’ lo sabe bien. «Es inasumible: el alquiler del local, los impuestos, el personal, la Seguridad Social», enumera el empresario, que ha optado por dejar el Castaway, en la urbanización, para regentar el bar de Calós, en Ciutadella.

A todos estos gastos, hay que añadir el capital necesario para acondicionar, reformar y actualizar los establecimientos. Lo apunta Pedro Lliteres. «Requiere una inversión importante. Aún siendo tuyo el local, necesitas mucho dinero, y viendo como está el panorama, no anima a hacerlo». De ahí que «Sa Caldereta lleva varios años cerrado, aún no nos hemos visto con el coraje suficiente. La idea es abrir el año que viene si hay más movimiento, pero ya veremos». Porque, confiesa, «si pudiera, lo vendería».

«Los restaurantes que estamos abiertos, trabajamos», unos más que otros, dice Raúl Guerrero, responsable del Restaurant Es Replec. «Tenemos la suerte que muchos de nuestros clientes son de Ciutadella, y también ingleses», pero es cierto que afecta mucho el ‘todo incluido’. En el Restaurante Haiti, Carlos Moll ve como «la gente no sale del hotel, o lo hace solo una o dos veces para comer», concluye.

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