TW
11

Los centros educativos constituyen uno de los ámbitos donde más horas pasan los niños y, también, uno de los lugares donde más dificultades se manifiestan, sobre todo, para los menores con trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad, más conocido como TDA-H. Características tales como la falta de atención, la impulsividad y la hiperactividad afectan al rendimiento académico de los alumnos con TDA-H, más aún cuando no hay suficientes recursos para garantizar una atención adecuada a sus necesidades en las aulas.

Esta es la realidad que, precisamente, denuncia Josefa Fernández, madre de un exalumno con TDAH con predominio de la impulsividad e hiperactividad. «Los recursos no bastan, no hay suficientes medios ni profesores preparados» para atender a los menores con TDA-H en los centros educativos de Menorca, lamenta. Este trastorno, que afecta al cinco por ciento de la población infantil-juvenil y a un dos por ciento de las personas adultas, está detrás del veinte por ciento del fracaso escolar, según aclaran desde la asociación de madres, padres y afectados por el TDA-H de Menorca.

Desde la junta directiva de la entidad reconocen que llevan mucho tiempo manifestando «la falta de recursos tanto en Educación, como en Salud Mental», pero critican que siempre quedan a la espera de respuestas. Mientras tanto, los alumnos con algún tipo de TDA-H continúan siendo unos «incomprendidos que solo reciben negatividad y que, en consecuencia, sufren de baja autoestima», advierte Josefa Fernández. Y ella lo sabe bien. Su hijo, que acaba de cumplir 18 años, se ha enfrentado a sucesivos cambios de colegios e institutos, a expulsiones y a presiones para abandonar los centros educativos.

La experiencia vivida en el sistema educativo ha hecho que el hijo de Josefa, diagnosticado con un tipo de TDA-H en el que predominan la impulsividad e hiperactividad, «repudie los libros y les tenga alergia». El sistema, insiste, no es el adecuado y precisa de una revisión para garantizar la igualdad de oportunidades y asegurar los derechos educativos de los alumnos diagnosticados con este trastorno.

Miedo al estigma

El miedo al estigma, a estar marcados con las etiquetas de «malos, vagos o despistados», deriva en que muchas familias no quieran que se haga público el diagnóstico del TDA-H o en que no denuncien este tipo de situaciones que frenan la inclusión en las aulas. «Hay familias muy cautas que prefieren no denunciar esta realidad, pero sabemos que hay mucha incomprensión y que faltan pautas en los centros educativos», aseguran desde la asociación de madres, padres y afectados por el TDA-H de Menorca.

Un problema añadido, subrayan, es que la mayoría de diagnósticos llegan tarde porque no se consideran consultas urgentes y se van aplazando. Esto complica el cumplimiento del protocolo, que según indican desde la asociación TDA-H Menorca, incluye el diálogo constante entre los profesionales de Salud Mental y los centros educativos. A esto se suma que la mayoría de alumnos diagnosticados con un trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad no alcanzan el 33 por ciento de discapacidad, por lo que no pueden acceder a becas y ayudas.

Las claves
  1. Recursos insuficientes y fracaso escolar

    Los recursos educativos destinados a garantizar una atención adecuada a los estudiantes con TDA-H resultan insuficientes. Esta realidad explicaría el porcentaje de alto fracaso escolar, cifrado en un veinte por ciento.

  2. Miedo al estigma y a estar marcados con etiquetas

    El miedo al estigma y a estar marcados con etiquetas negativas hace que muchas familias no hagan público el diagnóstico del TDA-H y que no denuncien situaciones que frenan la inclusión de los alumnos con este trastorno.

  3. Retraso en los diagnósticos y sin discapacidad

    La mayoría de diagnósticos llegan tarde porque no se consideran consultas urgentes y se van aplazando. Muchos de ellos, además, no van acompañados del 33 por ciento de discapacidad que permite recibir becas y ayudas.