La Albufera des Grau es un ecosistema de frágiles equilibrios que obliga a los gestores del Parque Natural a estar muy encima para salvaguardarlo de la salinizaron y la sequía. | Gemma Andreu

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La gestión de los recursos hídricos se ha convertido en una asignatura de obligado cumplimiento para las administraciones públicas en los últimos años. La Albufera des Grau, alojada en el Parque Natural que abarca desde Addaia hasta Binillautí, cobra especial importancia en este asunto al tratarse del humedal más grande de la Isla con sus dos kilómetros de laguna.

El proceso de salinización del agua en la misma se ha ido acelerando progresivamente, motivando varias iniciativas para intentar abordar este problema. La última de ellas, la posibilidad de aprovechar el agua que se recoge en las calles de los polígonos industriales, una propuesta del Consell que todavía no ha sido presentada a la dirección del Parque Natural. «No nos ha llegado nada ni de forma oficial ni oficiosa. No es una cuestión que estemos debatiendo ahora mismo», afirma David Martínez, el director del parque, aunque no descarta que se trate en un futuro próximo en caso de que se proponga.

a laguna del Parque Natural afrontará de nuevo un verano seco en el que se espera que las temperaturas continúen con la tendencia al alza de los últimos periodos estivales. Los niveles de salinidad y de oxígeno en el agua de la Albufera vuelven a ser objeto de estudio.| Katerina Pu

Sin embargo, es una sugerencia que ya se puso encima de la mesa en las jornadas técnicas de la Albufera celebradas el año pasado. Este evento estaba planeado en vistas de revisar la normativa para la gestión del Parque Natural establecida en el plan de ordenación de recursos naturales del año 2003 y valorar su vigencia veinte años después a la hora de afrontar los desafíos que conciernen a la Albufera, relacionados en su mayoría con el cambio climático.

Consecuencias negativas

Tras entablar una reunión con varios expertos para analizar «los datos de seguimiento de los últimos veinte años», la técnica de uso público del parque, Agnès Canals, indica que la recogida de los pluviales no obtuvo un consenso. «El hecho de efectuar una aportación constante de estas aguas pluviales a la albufera podría conllevar más riesgos que beneficios, asociándose a una posible destrucción de todo el ecosistema. Por tanto, la albufera se podría convertir en un ecosistema eutrofizado», explica Canals.

Esto quiere decir que las aguas pluviales aportarían una concentración de materia orgánica excesiva para la laguna, convirtiéndola en «un ecosistema mucho más sensible y más propenso a vivir episodios de eutrofia y mortalidad de peces que el que tenemos ahora, el cual está más salinizado», aclara la bióloga. En favor de continuar explorando las posibilidades de implantación de dicha propuesta, la comunidad de expertos acordó la puesta en marcha de un estudio que determine con mayor precisión sus ventajas e inconvenientes.

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En años de sequía hay que dejar entrar agua del mar para que cuando llegue el verano no se baje de los críticos 40 centímetros por debajo del nivel del mar | Gemma Andreu

Compuertas en el Prat

Como solución alternativa, el Consell se encuentra en fase de redacción de un proyecto que prevé la recuperación de unas compuertas en el Prat de la Albufera para «al menos asegurar una zona en la que se mantengan las condiciones de salubridad» y a la vez garantice «la supervivencia de las especies adaptadas a ella».

De esta manera, se estaría aprovechando la estructura utilizada en su día por los antiguos cultivadores de arroz para «aumentar la capacidad de gestión de la parte final de la Albufera» y reducir el impacto que tendría a largo plazo la subida del nivel del mar, la principal amenaza para el Parque Natural. «Uno de los factores limitantes a la hora de gestionar el humedal es que no podemos dejar que se seque, por lo que tenemos que jugar con las variaciones», expresa Agnès Canals, haciendo referencia al Illot d’en Mel, hábitat de una subespecie de sargantana balear cuyo aislamiento ha permitido su supervivencia a lo largo de los siglos. «La normativa del parque nos indica que no podemos descender de los 40 centímetros por debajo del nivel del mar», subraya la técnica.

Situación actual

Tras un otoño y un invierno de pocas lluvias como el del último año, el agua de la laguna se sitúa sobre los 15 centímetros por debajo del nivel del mar. «En años de mucha sequía como este, tenemos que salinizar un poco más la Albufera dejando entrar el agua del mar. Si no, en pleno verano estaríamos por debajo de los 40», argumenta en relación al control de los niveles de oxígeno y salinidad. Pero además, en la época invernal también se debe consentir la conexión entre el mar y la laguna para permitir la migración de peces, especialmente las anguilas.

En este sentido, el técnico de medio ambiente del Parque Natural, Samuel Pons, recuerda que vetar la entrada del agua del mar «no sería una opción» porque «bajaría el nivel del agua» y, a causa de la mayor evaporación del agua en verano, se podrían producir concentraciones de sal como las anteriores a la creación del parque, superando incluso los niveles de salinidad del mar.

Cabe recordar que Sa Gola permaneció abierta de forma natural durante todo    el año pasado a raíz de las fuertes lluvias producidas entre septiembre y octubre de 2022. Ante las escasas lluvias de 2023, este año se ha ido cerrando por la arena que empuja el mar. La más que probable combinación del aumento de las temperaturas y los malos olores producidos por la posidonia en descomposición hace prever que Sa Gola se abra de forma mecánica próximamente. «Es un proceso normal. Si no hubiese un uso público de la playa, no sería un problema», tranquiliza Canals.

Un ecosistema resiliente, único y versátil a lo largo de toda la historia

Sujeta históricamente a la gestión del ser humano, la realidad actual de la Albufera des Grau es muy distinta a la anterior a su declaración como Parque Natural en 1995. Mientras que esta gran zona húmeda servía antaño como cultivo de arroz y explotación pesquera, hoy en día su gestión se centra en mantener unos límites de seguridad que permitan las visitas de las aves migratorias y el disfrute de un paisaje protegido y conservado.

Sus respectivas particularidades, como el hecho de tener una profundidad de tres metros al situarse en una falla, convierten a la laguna en un ecosistema único en todo el Mediterráneo Occidental que sufre unas variaciones anuales y tiene unas características diferentes a cualquier otra albufera. Por ejemplo, su salinidad ha ido cambiando a lo largo del tiempo, llegando a estar totalmente conectada con el mar y albergando exclusivamente especies marinas. Atravesando una situación distinta prácticamente cada año, su capacidad de resiliencia está más que constatada. En los últimos tiempos, la sobreexplotación de los acuíferos a causa de la agricultura intensiva y la presión turística han secado las fuentes directas de agua dulce a la albufera, dependiendo aún más si cabe del régimen de lluvias.