La joven menorquina fue objeto de malos tratos del que fue su marido. | Gemma Andreu

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Nunca recibió una paliza tremenda que la llevara al hospital, tampoco fracturas en su cuerpo pero este acusó el deterioro implacable del maltrato psicológico sumado al físico. Hoy un empujón, otro día un tirón de pelos, mañana un lanzamiento de objetos a su cuerpo, más tarde una bofetada...

La experiencia de Ariana, menorquina de 29 años de edad, podría ser la de miles de mujeres que son víctimas de la violencia machista en el ámbito doméstico sin tomar conciencia de ella. «Yo veía los anuncios de televisión y no me identificaba con las mujeres porque normalmente muestran casos extremos, pero hay muchas maneras de maltratarte de una forma más sutil pero igual de dura para la mujer», explica.

La primera muestra de agresividad fue apenas tras los cuatro primeros meses de convivencia. «Se enfadó, me empujó fuera de casa y cerró la puerta por dentro». A ese episodio le sucedieron otros de los reseñados. «Llega un momento que aceptas esa agresividad como un defecto de tu marido, y piensas que él cuando se enfada es así; entonces te callas para evitar la discusión y su reacción porque te amenaza y le vas cogiendo miedo». Es entonces, añade Ariana, «cuando te vas encerrando y dejas de ser tú».

El problema es que siempre va a más, «no hay retroceso. Me pedía perdón y yo también le decía que me sabía mal, pero ahora sé que para perdonar una bofetada, como hice yo tantas veces, antes te tiene que haber hecho creer que te la merecías y te la habías buscado». Añade que «me decía que se le había ido la olla y yo me lo creía».

El punto de inflexión llegó hace cerca de dos años. «Él tenía al niño en brazos y me dio un cabezazo que me reventó la nariz». Fue en ese momento, recuerda Ariana, «cuando sentí que estaba en peligro mi hijo, no pensé en mi cuando salí corriendo y me fui a la Comisaría con la cara ensangrentada, pensé en que jamás quería que mi hijo, que entonces era casi un bebé, viera esto porque cualquier día podía llegar una paliza».

A partir de aquí se inició un largo proceso, incluida la orden de alejamiento del maltratador durante año y diez meses, una condena de prisión de nueve meses y otra posterior de tres más por invadir la intimidar de su exmujer en las redes sociales.

Ariana valora la atención recibida en el Centre Assessor de la Dona, «he estado en tratamiento psicológico, también particular, y me encuentro bien». Pero no tanto del papel de la justicia porque tras la denuncia «me sentí juzgada y con la sensación de que no me creían, parecía yo la criminalizada, pero una bofetada o un tirón de pelo no deja señal física aunque te va consumiendo por dentro, ¿entonces cómo pruebas que te ha maltratado»?. Y añade que «siempre te animan a denunciar la primera vez, pero si lo haces muchas veces no te creen».

Resume Ariana que «después de todo él nunca ha asumido los hechos, se fue del juzgado con un papel de la condena que no le supuso nada y nadie le ha obligado a asistir a talleres o tratamiento para no repetir nunca más lo que hizo conmigo. No sirvió de nada la sentencia». Pese a todo, Ariana aconseja «no perdonar la primera porque siempre irá a más».