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Con aires renovados, gracias al soplo de la tramontana, Llucmaçanes celebró ayer su segunda jornada grande de las fiestas. Y lo hizo sin apenas descanso, después de que el jolgorio del sábado, una vez retirados los caballos, se prolongara hasta cerca de las cinco de la mañana con motivo de la verbena.

Pocas horas después, a las nueve, la diana floreada a cargo de la Banda de Cornetes i Tambors d'Alaior, acompañada por los gegants locales Joan y Rita, marcó el inicio de otro intenso día de fiesta. Eso sí, con unos cuantos grados menos en el termómetro y mucha menos gente en la calle, un ambiente mucho más familiar, algo habitual para la jornada del domingo.

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Tras cumplir con el protocolo de la entrega de bandera y el bastón de mando, la qualcada se dirigió a la iglesia para la celebración de la tradicional Missa de Caixers.

Pasaban diez minutos del mediodía cuando en la plaza se pudieron escuchar los primeros compases del jaleo, uno de los momentos álgidos de la fiesta, que tras dos vueltas y la entrega de las cañas, se prolongó hasta las 14. 20 horas. Posteriormente, los caixers se dirigieron a la sede la asociación vecinal para disfrutar de la beguda, acto que contó con la presencia del obispo de Menorca, Francesc Conesa, como invitado de honor.