Cuatro podencos reunidos en el recinto para perros de la Vía Ronda, en Maó, disfrutaron del encuentro corriendo y jugando juntos | Javier Coll

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«El podenco es un perro muy sociable, que se adapta mucho a la casa a pesar que se ha criado en el campo y se sociabiliza muy bien con otros perros y con los niños». Esta es la definición en la que coinciden cuatro propietarios de podencos, Betty D’ Cruz, Lucas Santos, María Nieto y Dani Estévez, a partir de su experiencia con esta raza utilizada habitualmente para la caza, pero que, cuando alcanza una cierta edad o cuando se comprueba que no tiene las aptitudes suficientes para la cinegética, es jubilado, y a veces, cada vez menos por suerte, incluso sacrificado.

Evitar el abandono o, en el peor caso, la muerte, de los podencos es la lucha que vienen librando desde hace años desde las protectoras de animales. Para ello, proponen la adopción de podencos a quienes desean tener un perro. Fue así como Blanca y Llop llegaron a casa de Betty D’ Cruz y también de Pirri, que fue adoptado por Lucas Santos, y de Brutus, que vive con María y Dani. «Nosotros queríamos otro perro, pero la protectora estudió nuestro caso y nos dijo que lo que mejor se adaptaba era Brutus». Y acertaron. «Nos ha sorprendido lo bueno que es, pensábamos que sería hiperactivo y es lo contrario, es muy obediente». Y no solo eso. «Es cariñoso, siempre me espera cuando llego de trabajar, está muy pendiende de nosotros», añade la pareja.

También coinciden todos en que estos perros «son muy miedosos, si te ve con la escoba se asusta», cuenta Santos, mientras que D’ Cruz cree que «es una raza que lleva el miedo en los genes, quizá porque sus antepasados lo han pasado mal con malos tratos», aunque eso es difícil afirmarlo.

Tal es la satisfacción que están teniendo estos cuatro menorquines, que todos aseguran que si algún día adoptan otro perro, será un podenco.