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Hay una epidemia que pone en peligro el futuro de la Humanidad y de la Tierra que habitamos: el egoísmo de la visión a corto plazo. Esa actitud individual permite a las grandes compañías de la energía y a los gobiernos soslayar los efectos dramáticos que va a tener el cambio climático.

Por ejemplo: la subida de las temperaturas puede permitir disfrutar de más tiempo de sol en Menorca. Así destruyendo la capa de ozono y multiplicando las emisiones de gases de efecto invernadero, podemos resolver el tan repetido problema de la estacionalidad de la temporada turística. A la larga, el magnífico paisaje de la Isla, cambiará. Desaparecerán muchas playas, tendremos un grave problema de escasez y baja calidad del agua, seguiremos aportando demasiado para el cambio del clima. Sin embargo, el beneficio a corto plazo impedirá una reacción que evite el desastre global.

Una lectura de cabecera para todos debería ser «Diez mil millones» de Stephen Emmot. Este profesor de Oxford, que dirige un laboratorio dedicado a investigar el impacto de los seres humanos en el planeta, llega a conclusiones apocalípticas sobre las consecuencias de la transformación del clima.

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Hace solo 10.000 años vivían en la Tierra un millón de habitantes.

En 1.800 eran mil millones. Ahora, poco más de 200 años después, somos siete mil millones. A final de este siglo llegaremos a diez mil millones. Somos una auténtica plaga, que devora la naturaleza y pone en peligro la supervivencia de nuestra especie. Emmot demuestra que no hay un solo indicador que mejore, a pesar de Kyoto, Río y Doha y de las comisiones de la ONU contra el cambio climático y la desertización. Nada ha servido. Los optimistas confían en la creatividad de la ciencia y la tecnología. Otros esperan que los humanos nos demos cuenta y dejemos de consumir tanto.

Emmot le preguntó a un científico reconocido qué haría para resolver este encrucijada. «Enseñarle a mi hijo a usar una pistola», contestó.