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Durante años la isla del Rey fue para mí un lugar mágico y vacío. Toda mi aproximación a ella no pasaba de algunas lecturas accidentales sobre su pasado hasta que el destino quiso que Eduardo Serra, de paso por Menorca, viniera un día a cenar a casa.

Durante la velada me comentó que Luis Alejandre le había invitado a visitar esa pequeña isla a la mañana siguiente y que si me apetecía apuntarme. Por supuesto, acepté encantado.

La experiencia superó con mucho todas mis expectativas. Pero no tanto por el lugar, ya de por sí impresionante, como por el empeño de todos los voluntarios que trabajaban en la restauración del hospital y su entorno.

Ofrecerse voluntario para cualquier misión siempre es un acto heroico. Pero hacerlo todas las semanas contra viento y marea (en el sentido literal de la frase) sobrepasa todo lo imaginable. En especial cuando se trata, como es el caso, de una recuperación lenta y compleja.

Desde aquella visita mi deseo fue el de contribuir en el proyecto aunque fuera de una forma más pasiva y anecdótica.

La oportunidad surgió años más tarde, en Berlín, visitando Stiche Düssel, una tienda de grabados antiguos en la que me tropecé con uno del puerto de Mahón fechado en 1756

Se trataba de una doble ilustración del puerto visto desde el norte y el noreste. Pero lo más interesante es que en la base de las mismas figuraba la casa que imprimió la obra: "A Paris chez le Rouge rue des grands Agustines".

Entonces fue cuando traté de imaginar las vicisitudes que esa obra habría atravesado para nacer en Menorca, viajar a París y terminar en Berlín.

¿Terminar en Berlín? Sin duda el azar me había llevado hasta el número 53 de Charlottestrasse para ser la mano que cerrara el círculo que comenzó el año de la batalla de Menorca que propició la breve dominación francesa y que debería concluir en el mismo lugar. Más concretamente, en la isla del Rey como homenaje y agradecimiento a todos los voluntarios que contribuyen a su recuperación.

Recuperar es una palabra hermosa, porque nos refiere a devolverle el valor a algo que ya lo tuvo. Pero recuperar esta obra para nuestra isla es algo distinto. Tiene cierto aire de viaje homérico en el que, tras 264 años de periplo, el grabado regresa al lugar que le corresponde. A su propia isla.

Miguel Ángel Furones

Presidente de Honor de Publicis Grup España