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Los desplantes y desencuentros registrados durante la inauguración del Mobile World Congress en Barcelona han puesto de manifiesto el deterioro de las relaciones institucionales entre las máximas autoridades del Estado y de Catalunya. Cuando
el conflicto catalán no ha obtenido aún una vía pactada para su resolución, las discrepancias que manifiestan públicamente quienes deberían trabajar por esta salida, aumentan la tensión y agudizan el desacuerdo.

Carece de sentido que el presidente de la Generalitat y la alcaldesa de Barcelona, Quim Torra y Ada Colau respectivamente, se nieguen a dar la bienvenida al Felipe VI, que se desplazó a la Ciudad Condal como jefe del Estado. La apertura de un congreso sobre el sector de las telecomunicaciones no era el marco adecuado para que el Rey proclamase la ‘solidez’ del Estado y que España es «una de las veinte democracias plenas reconocidas internacionalmente». También resultó extemporánea la reivindicación de «los valores republicanos» que formularon Torra y Ada Colau ante Felipe VI.

Todas estas manifestaciones provocan perplejidad y sorpresa, cuando es preciso aplicar la sensatez que haga posible el encaje de Catalunya en España.