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Durante estas semanas se recurre, con frecuencia, al hecho de que es en los momentos difíciles cuando surje lo mejor y lo peor de las personas; reflexión cierta en estos momentos en los que las sociedades occidentales están siendo golpeadas con dureza por la epidemia del covid-19.

Sin embargo, esta circunstancia también alcanza a los gobernantes de numerosos países europeos, los cuales no han podido evitar la tentación de anteponer criterios egoistas frente a las necesidades de sus socios y aliados. Esta pandemia está evidenciado la debilidad de la Unión Europea, incluso de la OTAN, frente a la adversidad de sus propios miembros. La epidemia del covid-19 pone sobre la mesa la idea de la Unión Europea, su alcance. Reclamar, como plantea el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, un ‘plan Marshall’ de ayudas a Bruselas para levantar la economía continental resulta un sarcasmo cuando los distintos gobiernos recurren a leyes internas para justificar incautaciones arbitrarias de material sanitario. Cabe preguntarse dónde está la dimensión social de la UE frente a la crisis sanitaria y económica que asola a sus miembros. Dejar la pregunta sin respuesta supone firmar su fin.