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Nevó y en abundancia. Nos sorprendimos. Jugamos. Tomamos millones de fotografías. Disfrutamos del paisaje. Una fiesta. Por suerte nada la empañó. Un amplio dispositivo adoptó una serie de medidas para evitar males mayores en las carreteras. Habrá quien ponga pegas, quien maldiga las largas esperas enclaustrado en su bólido, pero a los hechos me remito: no hubo accidentes graves en una situación propicia para ello y no se tomaron decisiones excesivamente drásticas para evitarlo. Cabe felicitar por ello a todos los implicados en el dispositivo, con el conseller Damià Borràs, a la cabeza, que además tuvo el viernes el acierto de dar las oportunas explicaciones y reconocer las carencias sin tapujos ni eufemismos. Que otros tomen ejemplo. Bien también la Conselleria de Educación. Aprendió de precipitadas decisiones del pasado y optó por no suspender las clases, lo que le hubiera resultado más fácil y cómodo. Dejó la decisión de acudir o no a la escuela al sentido común de los padres. Cada uno hizo lo que consideró oportuno. Un oasis dentro del intervencionismo imperante. Por último, la red eléctrica, que no deja de sorprendernos. A veces caen cuatro gotas y nos quedamos a dos velas (o linternas), pero con la nevada aguantó y permitió que los radiadores pudieran seguir encendidos. Si tiene que ser así, que vuelva a nevar el año que viene.