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Debe ser por la ignorancia que uno tiene, si no, no se explica, que a mi, mayormente, la bolsa me ha parecido siempre esa "cosa" del mercado de valores más cercana a la magia descontrolada que a otra cosa porque ahí es donde hacen aparecer y desaparecer el dinero por millones, como si eso fuera cosa de magia. Aunque en puridad debe ser porque está manejada por economistas fracasados, de los que ni siquiera después de una fuerte depresión económica, como la que nos aflige por ejemplo, saben explicar bien explicado porque se ha producido. Pero en la bolsa mayormente pululan sobre todo los ansiosos del dinero fácil, gentes todas ellas muy asustadizas, muy influenciables, que apenas ven rasurar las barbas del vecino, ponen las suyas a remojar. Gentes que se agavillan como los piojos en costura nada más intuir que la bolsa puede hacer un movimiento devaluante en esos extraños valores o dineros virtuales. Fíjense: el martes 4 de este mes, bastó que alguien, un particular, un cualquiera, lanzara el rumor de que España iba a pedir una ayuda internacional de 280.000 millones de euros para evitar verse en los apuros en los que se ve Grecia. Ese rumor bastó y sobró para que la bolsa sufriera unas pérdidas del IBEX 35 de 19.000 millones de euros, como si a la bolsa le hubiera atacado un virus fulminante, un pánico generalizado, un temor incontrolable que llevó a los llamados (mal llamados) expertos a dejar la caja bursátil tiritando en un retroceso de 5,4%, talmente que si sobre ella hubiera pasado un todopoderoso mago loco que en una de sus locuras volatizó en una mañana, ya digo, nada más y nada menos que 19.000 millones de euros.

Conviene recordar que en EEUU dicen que hubo una vez que bastó uno de esos pánicos bursátiles para que de hoz y coz desaparecieran miles de millones a la vez que aparecía, como un jinete del Apocalipsis, la Gran Depresión que costó 10 años superar, que arruinó a millones de personas y que incrementó en 11 millones el número de parados. Todo eso y aún mucho más, simple y llanamente porque, como en una estampida bovina, a los jugadores de la bolsa les entró en canguelo.

Miren como será esta tontuna del dinero virtual que la bolsa baja o sube simplemente porque fulanito o menganito se presenta o deja de presentarse a las elecciones, o porque se rumorea que Grecia va o no va a recibir ayuda, toda vez que la señora Merkel, doña Ángela, anda remisa y seguramente no le falta razón a la hora de soltar tantos millones al gobierno griego.

Hoy, después del tsunami financiero que sacude a medio mundo y con especial virulencia a España por razones colaterales pero también por razones propias, la bolsa está más temblona que nunca. En cualquier caso, antes y ahora menos aún, nunca he logrado que se me alcance la razón para que no se tenga un severo control respecto a la bolsa pues sabiendo la fragilidad del sistema bursátil no ha menester tener entrenada la fantasía para imaginar cualquier debacle que debido a la bolsa pudiéramos vernos metidos cualquier día de estos, originando una depresión que podría arrastrarnos a la vecindad de las islas del mar Egeo.

A Estados Unidos, repito, a Estados Unidos, ya les pasó en el 29...¿por qué no a nosotros? Basta ver el ejemplo que nos dieron el último día 4 de este mes. Con esas cosas no es complicado llegar a la conclusión de que esta gente puede, sin quitarse la chaqueta, hacer desaparecer millones a carretadas, de manera que más nos vale ir pensando a que clase de juego estamos jugando, no vaya a ser que nos pille la bolsa y los temblorosos que la manejan con calzones por poner, pues viendo lo que uno ve no queda otra que preguntarse si eso de la bolsa no estará en manos de insensatos pues no me digan a mi que por un rumor es cosa de gente sensata volatizar 19.000 millones de euros como si estos fueran pitorros de botijo o pelos de cochino. Fíjense, Dios no lo quiera, que va y nos pilla el derrumbe financiero de Grecia. De nuestra dichosa y voluble bolsa, no iba a quedar por quebrantar ni el solar.

La bolsa es como una montaña atiborrada de dinero virtual y real que puede sufrir una desastrada avalancha por un quítame aquí unas pajas cuando menos nos lo esperemos. Si eso puede ser así, digo ahora mismo que la bolsa debería estar vigilada, pero muy vigilada.

Vayamos a que nos pille uno de sus desplomes y nos quedemos pajaritos un día cualquiera de estos.