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Escribo esto en sábado, "Día Internacional del Juego" y quiero pensar que no se refiere a los juegos de azar, a las inversiones en bolsa, fichajes millonarios, a las malversaciones, ni a esas opacas maniobras de sacar de la nada millones en un abrir y cerrar de ojos. No creo siquiera que en este "Día" entren el juego sucio de la promesa incumplida, la del abrazo fingido, el de la estúpida vanidad humana, el del mirarte constantemente en el espejo de Cenicienta, el estrechar manos sudorosas por malas conciencias, por trampas, acechos y mil juegos sucios más. Quiero creer que se refiere al "Día" del juego infantil, al de la peonza, rompecabezas, recortables y pastelinas multicolores pensadas sólo para ser moldeadas por inocentes manos sin trampa ni cartón. Si hablamos sólo de juegos inocentes, entonces me callo y apoyo a ciegas la celebración porque, las celebraciones si son limpias y transparentes, deben ser siempre apoyadas a ciegas antes de que las excesivas miradas puedan llegar un día a enturbiarlas.