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El viajero pensó que en plena primavera era una fecha que no había que dejar pasar para ser fiel a sus trashumancias y que no era mala idea bajar a Sanlúcar de Barrameda a pasar unos días. Lo que son las cosas del clima, hasta no entrar en la provincia de Cádiz no vimos ningún cereal segado. Luego ya pudimos apreciar como las cosechadoras "rasuraban" las cebadas en sazón. Creo recordar que los "pagesos" menorquines dicen: "Maig, a segar vaig", cosa ésta de cosechar el cereal que no principiará hasta bien entrado junio, incluso en algunas zonas hasta finales de junio, por ejemplo en Soria o Guadalajara.

Sanlúcar de Barrameda es una preciosa y antigua población andaluza, vecina de Chipiona y Jerez. Tiene Sanlúcar el delta del Guadalquivir que le hace de frontera con el Parque Nacional de Doñana.

De aguas sanluqueñas partió Cristóbal Colón en su tercer viaje para América. Y de paso, en aquella singladura, descubrió Venezuela.

Las calles de Sanlúcar huelen a cocina, a pescaíto frito y manzanilla, a mujer morena, perfumada de azahares y canela, a candela quemando despacito en las capillas de las iglesias. ¡Qué hermosa la Virgen de la Esperanza de Triana! Aunque ahora mismo les digo que todas las iglesias sanluqueñas tienen el inconfundible gusto de lo andaluz, con sus pasos en cuarentena hasta la semana santa, donde se magnificarán, incluso colaborando en el esplendor ornamental de lo sacro mucha gente que no es devota. Son esos misterios casi milagrosos de la fe.

Subiendo una cuesta (que no conozco yo castillo que no la tenga) llegamos al castillo de Santiago, sobrio, medieval y majestuoso (1477-78). En el año 1972 fue declarado Monumento Histórico Artístico. Este edificio de 5.000 metros cuadrados lo mandó edificar el II Duque Don Enrique Pérez de Guzmán, si bien, para ser del todo justos, conviene decir que los vecinos de Sanlúcar aforaron para los gastos 200.000 maravedís. La hexagonal torre del Homenaje, me cuentan que es un elemento arquitectónico único entre los castillos de España, aunque el viajero, que está muy viajado, sabe que en la vecina Sevilla hay una edificación prácticamente exacta, la llamada por los sevillanos Torre Alocaz, y en Cádiz, cuentan quienes saben estas cosas que una vez hubo un castillo hoy desaparecido que también tenía otra torre igual.

Tirando hacia las bodegas de manzanilla Barbadillo, llega el viajero a una plazuela donde hay un frondoso jazmín que, al anochecer, deja en el aire un perfume tan embriagador, tan acentuado, tan sutil, que el viajero no tiene más duda que pensar dónde está, si frente al palacio ducal de los Medina Sidonia, o mayormente es que acaba de entrar en una perfumería de la Gran Vía para mercar un "Brando" para los días muy especiales.
El palacio de Medina Sidonia, posiblemente fue construido sobre el solar que ocupara el castillo de las siete torres y sin duda aprovechando el antiguo alcázar, que en buena hora no fue destruido si no integrado en el palacio.

Siempre que estoy en Sanlúcar busco al atardecer unas horas para evadirme de este mundo atropellado y atropellador para a veces hasta casi perderme en la increíble biblioteca de los Medina Sidonia, donde Guzmán el Bueno ilustraba su hidalguía.

Para describir y aun eso por encima, lo que puede decirse de este palacio, no me bastarían un centenar de artículos. Como eso no es posible, déjenme sólo decirles que eché a faltar a la última señora que lo ocupó, a la que alguien moteó de Duquesa Roja. Yo tuve el placer de conocerla en la biblioteca de su palacio.

Estando por Sanlúcar no dejen de ir al mercado, es donde al amanecer "bulle" la ciudad con los pescaderos, los fruteros, los repartidores de hielo y por esas tabernas que lo circunvalan, con sabor andaluz de pescaíto frito y manzanilla o rebujito, las gentes que van a sus cuidados, empezando el día con desayunos sólo posibles en Andalucía. Gustan mucho los caracoles, que en puridad son lo que en Menorca decimos "caragolins" porque a los caracoles les dicen "cabrillas", cosas del decir de cada cual que nos hacen diferentes siendo en el fondo tan iguales.

Quizá lo más maravilloso de Andalucía, por más que suene a tópico, sean los andaluces y su buen humor: andaba el repartidor de hielo apremiando a un pescadero, y aquel, empeñado en no atropellarse con las prisas, no le hacía aprecio, "¡Venga pisssssha!, ¡el hieeeeelooooo!" Así una y otra vez. "¡Chiquillo, el hielo!" Para finalmente decirle: "Paco, que ties ma cuerno que un zaco caracole". Eso en otro sitio, ahora mismo les digo que habría terminado muy malamente, pero en Sanlúcar forma parte del gracejo del currante.

De la comida sólo les diré hoy que durante cuatro días, en el almuerzo o en la cena, disfruté hasta caérseme la baba de un plato de venado en salsa que no es posible guisarlo mejor. El gastrónomo, que tiene muy entrenadas las papilas gustativas, sabe que no era ciervo, sino cierva. Ya les digo, que verdaderamente un manjar, algo caro, pero no me importó lo más mínimo.