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Socio fundador de 2SP Consulting Team. 20 años en consultoría a lo largo de 18 países. Nacido en Caracas, es profesor invitado de diversas universidades de Venezuela y España. Sus principales clientes son Telefonica, BMW, Pfizer, Coca-Cola, Bayer, Siemens, La Caixa, Grupo Volkswagen y Polar. Colabora en el suplemento "Empleo y Formación" que edita el Menorca.

Según la Real Academia, un mito es "persona o cosa a las que se le atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen".
Hoy trataremos 2 mitos:

1. El orden de los factores no altera el producto.

2. El cliente siempre tiene la razón.

El problema de los mitos es que los repetimos tanto que llegan a ser parte de la cultura social, sin que nuestro cerebro se pare a reflexionar, con criterio propio, sobre su veracidad.

Es decir un mito es algo que superficialmente creemos como verdad, pero que en el fondo es un embuste.        

Y un embuste es sencillamente una mentira, pero no tiene esa fuerza de querer engañar a nadie a propósito, sino que la cometemos, en muchos casos por ignorancia o por ligereza de conciencia en cuanto a lo que decimos.

Frases lapidarias que oímos decir a jefes, altos ejecutivos y profesores en las escuelas de negocios, fácilmente se pueden convertir en mitos, si es que las tomamos sin que pasen por nuestro filtro mental del criterio propio. Sencillamente las tomamos y las usamos como si fuera una ley universal, de la cual no tiene sentido dudar.

Los mitos tienen la siguiente característica: Suenan bien e impresionan cuando uno las dice con autoridad y en el momento adecuado. Pero no por ello dejan de ser embustes.

Sus consecuencias son nocivas.

Un mito nos aleja de la verdad. Por eso es dañino. No lo es sólo por su dimensión ética, sino por su dimensión práctica. La verdad libera y nos hace más exitosos. Si usamos reglas de juego que no son verdad, será más difícil lograr los resultados que nos proponemos. Es como querer orientarse en una ciudad con el mapa de otra ciudad.

El orden de los factores no altera el producto.

El único sitio donde es verdad es en álgebra: 2x3 = 3x2. Es peligroso tomar una máxima de una disciplina y aplicarla a otra sin verificar su veracidad.

Piénselo: no da lo mismo ponerse protección y hacer el amor que hacer el amor y después intentar ponerse protección. Espere nueve meses y verá. Sencillamente no es lo mismo.

Disculpe el ejemplo, pero lo corto del artículo me obliga a buscar ejemplos contundentes.

¿Cuántos retrabajos pudiéramos evitar en nuestras empresas y cuán eficientes podríamos ser en lo personal si nos preocupásemos en ejecutar los procesos en la secuencia más adecuada?

El cliente siempre tiene la razón.

Embuste. Sobre todo por la palabra "siempre". Sencillamente no es verdad que "siempre". Hay clientes que reclaman derechos y garantías que no les corresponden.

Otra cosa es decir que "el cliente es rey", que "hay que hacer sentir importante a cada cliente", que "en nuestra empresa cada cliente es especial y hay que hacérselo sentir".

He observado personalmente llamarle la atención a un empleado delante del cliente, aduciendo su superior, que "el cliente siempre tiene la razón", no habiéndola tenido en ese caso específico.

Los efectos sobre ese empleado fueron devastadores: confusión, rabia y, por ende, desmotivación. El gerente quiso quedar bien con el cliente siguiendo una máxima falsa.
Sugiero concientizar estos mitos y sencillamente no seguir repitiéndolos. Son dañinos tanto para la empresa, como para los empleados, así como por consiguiente, para la calidad de servicio que queremos ofrecerle a nuestros clientes.

Dude, cuestione y use su criterio propio: no siga repitiendo máximas que no son útiles. Aproveche esta época de vacaciones y revise en su cabeza si tiene mitos. Cuestiónelos, cámbielos, reformúlelos, o bien tírelos a la basura. Es parte de la renovación mental que lo hará más exitoso.

No se olvide que la verdad libera y nos acerca a la prosperidad y al éxito.