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Quienes me honran leyendo mis artículos en el Diari, recordarán que hace unas semanas les vaticinaba un cambio de gobierno, y que en mi opinión no iba a ser un cambio menor.

Pongo por caso el de un solo ministro/a. Cuando se anunció el cambio del Ministro de Trabajo, señor Corbacho, don Celestino, alguien, se conoce, que no pudo por menos que comunicarme que esta vez habíamos fallado. ¡Hombre! Uno ni es, ni pretende ser, infalible. Además, yo siempre "cobré" por lo que sé. Si me pagaran por lo que ignoro no habría dinero con que pagarme. No obstante, a mi amable comunicador le insistí que el gobierno estaba necesitado de un cambio en profundidad y que de no hacerlo, sería desaprovechar una de las últimas cartas que le quedan al presidente por jugar.

Como en casi todo, en los asuntos políticos quizá más que en ningún otro, el politólogo debe tener paciencia y así, en mi caso, de esta suerte, hemos llegado a esta profunda remodelación del gobierno que habíamos anticipado, corriendo ese riesgo de pretender ser oráculos de la cosa, oráculos de lo que iba a suceder. ¡Y vaya si ha sucedido!

En mi opinión, lo más llamativo aparte de lo sorpresivo del horario con el que se anunció la remodelación del gobierno, ha sido la eliminación de dos ministerios, el de Igualdad y el de la Vivienda, dos ministerios creados por el señor Zapatero y ahora eliminados por su creador. Es evidente que en una de las dos ocasiones, el presidente tuvo que haberse equivocado, o cuando los creó, o ahora que los ha eliminado. Incluso me atrevería a decir que se ha equivocado en las dos ocasiones, cuando crea esos ministerios y cuando los elimina. A poco que nos lo propongamos, encontraremos razones que nos justifican en lo uno y en lo otro.

En el finiquitado Ministerio de Igualdad, puso como responsable a una señora ministra, que en todo lo que fuera capacidad para dirigir un ministerio aún no nato, era una incógnita, pero que luego se mostró como aquel elefante que entra en una cacharrería, entre otras cosas, pretendiendo resolver su personal enigma de si un feto es o no es un ser humano. O esa otra barbaridad de poder una menor de edad abortar sin contar con sus padres absolutamente para nada. Una permisibilidad por lo menos chocante eso de permitir que una menor pueda abortar mientras se le prohíbe, por ejemplo, que tome una caña de cerveza. ¡Qué quieren que les diga! A mí estas cosas tan poco coherentes me ponen de los hígados.

Es curioso como por estos pagos de la política patria, cuando se manda fuera de un ministerio a un ministro/a, no van a engrosar la lista del paro. ¡Qué va, qué va! La señora Beatriz Corredor, que a la sazón dirigía lo de la vivienda, ahora ocupará despacho (faltaría más) como secretaria de Estado. Y la señora Bibiana Aído, será secretaria de Estado de Igualdad. La cuestión es no dejar ni el despacho ni la moqueta, y menos aún, un buen sueldo a fin de mes, con el que podrían vivir unos cuantos mileuristas o unos cuantos de los que ya no tienen ni el socorro económico del desempleo.

Lo del señor Rubalcaba, don Alfredo, me parece de un agobio asfixiante. ¡Hombre! Uno ya sabe que en su etapa universitaria, don Alfredo llegó a correr los cien metros en 11 segundos, cosa ésta al alcance de casi nadie. Pero para don Alfredo, como para el resto de los mortales, supongo que también los años tendrán sus inexorables exigencias.

Es cierto que el señor Rubalcaba ha resultado ser un magnífico Ministro de Interior, pero a ese trabajo que supongo absorbente, venir ahora a añadir lo de ser Vicepresidente Primero y Portavoz del Gobierno, ya me parece excesivo. Uno suponía que cualquiera de los tres puestos son más que suficientes para justificar una larga jornada de trabajo. Eso, o debo pensar que lo de las responsabilidades políticas a este nivel "se lleva con la gorra". O que el señor Rubalcaba no tiene problema en imitar a Superman y no lo sabíamos. Algo no me acaba de encajar.

Lo de doña Rosa Aguilar, que dejó un día el comunismo por el nefasto afán cainita del histórico partido en el que tantos años militó, pasó sorprendentemente a la Junta de Andalucía y ahora, ya no tan sorprendentemente, a ministra de Medio Ambiente. Digo no tan sorprendentemente porque su nombramiento me suena a una hábil maniobra para atraer el voto de izquierdas. Como lo del señor Jáuregui, don Ramón, que del "retiro" de Estrasburgo, donde suelen acabar muchos "pesos pesados" de la política que ya no son del interés local de sus partidos, ha sido recuperado para ocupar un lugar, podríamos decir, cómodo como Ministro de la Presidencia, porque con su nombramiento se puede contentar a buena parte del convulso electorado vasco. Lo de la señora Pajín, doña Leire, para ocuparse de la sanidad española, no me queda más que confiar en que ésta por lo menos no empeore de sus seculares deficiencias.

Lo del señor Gómez, don Valeriano, afiliado a la UGT, es más que nada un encaje de bolillos para contentar a los sindicatos. Pero ya digo, un encaje de bolillos para un hombre que hace unos días acudía a una huelga protestando contra la reforma de las pensiones y ahora (cosas veredes) tiene que defenderla. Una dualidad maquiavélica y contra natura, pero en este mundo de la política, lo blanco y lo negro muchas veces han ido de la mano. En cualquier caso les anticipo que todo este cambio de gobierno no va a modificar la situación laboral ni económica que nos aflige. Para esos males hace falta algo más que una remodelación de gobierno. De todas maneras, a todos ellos, como decimos en Menorca, sólo me queda desearles "sort y ventura".