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La mayor parte de los parados españoles han llegado a su penosa situación directamente por culpa de la increíble burbuja inmobiliaria, o colateralmente por culpa de ese desplome, que en su ceguera ningún responsable político intuyó y mucho menos puso los medios para que no sucediera. Otra parte muy numerosa de desempleados deben su situación al obsceno aprovechamiento de la crisis. No pocos empresarios han aprovechado para reducir sus plantillas de trabajadores a costa de la crisis. Donde había dos trabajadores han dejado uno, que ahora, cobrando lo mismo o menos, hace el trabajo de los dos. Vas a un supermercado y es llamativo ver a dos o tres cajeras donde antes había seis o siete. Y ahí anda la gente, haciendo largas colas hasta para pagar.

Al rebufo de la austeridad, los empresarios han conseguido del gobierno importantes recortes por despido, congelaciones salariales, etc. Conozco trabajadores a los que ni les pagan las horas extraordinarias y también conozco algunos que cuando les ha dado por reclamar cualquier derecho, les ha caído encima la injusta espada de Damocles en forma de finiquito.

Qué se puede esperar de una patronal cuyo presidente hasta hace unos días dijo como fórmula para salir de la crisis "trabajar más y cobrar menos". Y milagro que no dijo que aún sería mejor trabajar sin cobrar. Un trabajador que trabaja muy por encima del horario establecido por ley y que apenas cobra 1000 euros, ni debería trabajar más ni debería cobrar menos.

Es una verdadera vergüenza que no existan culpables de la situación laboral. Parece surrealista que la ley, a estas alturas, no tenga recursos para vigilar a los que se han enriquecido en cuatro días, hipotecando de por vida a la juventud que les compró un piso que ahora ha regresado a manos de los bancos o cajas de ahorro porque no hay con qué pagar las asfixiantes hipotecas.

Mientras hay familias que tienen a todos sus miembros en el paro, sin que ya ninguno cobre el subsidio de desempleo, mientras cada día hay más personas que acuden a Caritas con la cabeza gacha y el corazón oprimido, pidiendo la caridad para subsistir, mientras son los padres quienes de una mísera pensión tienen que socorrer a los hijos para pagar la hipoteca del maldito piso en que se metieron pagando por él más del doble de lo que podía y debería haber costado si no se hubieran enriquecido con ellos unos cuantos sinvergüenzas. Resulta que a pesar de todo eso, seguimos siendo el país que más cochazos oficiales tiene. Y digo cochazos porque lo son, y en su mayoría de importación. Según he leído en el artículo de Javier Marías, en el dominical del El País 30-10-10, sólo en Andalucía hay "36.000 teléfonos móviles a cuenta de la Junta, esto es, cuyas facturas paga la ciudadanía". ¿Tienen ustedes idea sólo en gastos de teléfonos lo que les supone para las arcas públicas a la autonomía andaluza? Según el artículo a que hago referencia, pues nada más y nada menos que unos 21 millones de euros al año. Fíjense qué manera de hacer pedagogía cuando hablan de restringir puestos y de congelar las pensiones. En España, la cantidad y el precio de los coches oficiales son demenciales. Los teléfonos móviles, las llamadas a costa del contribuyente, los viajes sin ton ni son, los salarios de una tropa de asesores, las comilonas y esas nóminas de algunos y de algunas. Fíjense, estos días en varios medios han salido publicados los ingresos de la señora Cospedal: por su cargo en el PP cobra 167.864 euros anuales, 43.721 euros como senadora, 3.560 por trienio del Ministerio de Justicia; según el diario oficial de Castilla la Mancha esos serían los ingresos que la secretaria general del PP declara. Supongo que cobrará algo más por otros conceptos porque la cifra global publicada es de 241.000 euros, más de 40 millones de pesetas anuales. Si eso realmente es así, cobraría muy por encima de lo que se le paga al Presidente del Gobierno, tanto como más del doble. Algunos alcaldes también tienen un sueldo superior al presidente. El Alcalde de Barcelona, por poner un ejemplo, tiene un sueldo de 120.000 euros, o lo que es lo mismo, rozando los 20 millones pesetas. Cobra más que el presidente del gobierno pero la mitad de la señora Cospedal. Y podríamos llenar cuartillas de este cariz pero basten dos ejemplos y luego, a toda esta gente, no se le cae la cara de vergüenza para pedir austeridad a los demás. "Me gustan estos políticos" que desde sus cochazos oficiales, desde sus despachos con salarios increíbles andan pidiendo austeridad a los demás. Intolerables profesionales de la austeridad ajena. La pedagogía que imparten simplemente da vergüenza.

Pero no es sólo la clase política la que maneja el dinero ajeno con este descaro. Los hay que se hacen multimillonarios con su salario y con su jubilación en el justo momento en que, precisamente, dejan de trabajar. Un tal Alfredo Sáenz, Consejero Delegado del Banco Santander, a su jubilación cobrará, o ha cobrado ya, una pensión de 85,7 millones. Pero es que este caballero cobró el año pasado (2009) 10 millones de euros, unos 1.650 millones de pesetas de sueldo (tomado del Diario El País, sábado 1 de mayo 2010, que metí en mi archivo como documento curioso en cualquier tiempo y no digamos con esta crisis que nos aflige).

Fíjense qué repugnante dualidad, predicar el rigor más absoluto en el salario de los demás aquellos que tienen o tendrían que dar ejemplo de austeridad ante las dificultades económicas que está atravesando el país.

Estos individuos e individuas deben creerse que son una casta superior, que son imprescindibles y que su salario está justificado. A uno es que le da dolor de estómago, un telele, un tabardillo tener que aguantar esto. No quiero echar mano de los adjetivos que se me viene a la cabeza ante estas cosas, serían impublicables. Sí, creo que mi periódico no los publicaría. Déjenme decir simplemente que es indignante y mezquino.