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Las elecciones al parlamento catalán, que culminarán en las urnas el próximo día 28, están en plena campaña del "y tú más", de lo que no saben sustraerse nuestros políticos, que arrastran estos tópicos, estos tics desde el pasado siglo (aún faltan algunos años para tener políticos nacidos en el siglo XXI). Cosas como lo de dar la mano a todo quisqui que se encuentran en el mercado de la Boqueria, en las Ramblas, en la churrería o paseando por la acera. Coger al niño aunque la asombrada criatura esté con el moco colgando; pararse a decirle unas palabras a la pareja de anciano que sobreviven con una mísera pensión, de los que ya no volverán a preocuparse. Estos son algunos tics que forman parte del aliño con que se cocina el "sofrito" electoral de cada campaña, que entre otras consecuencias tienen lo de ser carísimas. Una millonada que luego si se analiza, no parece que los resultados lo justifiquen. La participación en las urnas será, a pesar de la costosa campaña electoral, seguramente baja. Pero lo más sorprendente es que ya se están publicando por el Centro de Investigación Social (CIS) o por cualquier otro grupo de los que previa encuesta vaticinan la gloria de unos y el batacazo de otros, anticipando los resultados que van a obtener, incluso quien pactará con quien. Que a propósito de este asunto de los pactos, diré que legales sí, claro que sí, pero que en función del interés político o partidista, propician "extraños compañeros de cama", dejando a quien podría haber gobernado con la miel en los labios. Que se lo pregunten al señor Mas, don Artur, que eso exactamente fue lo que le pasó hace 4 años.

Las elecciones catalanas tienen, aparte de otras consecuencias por venir, las de ser un verdadero oráculo anunciador de lo que les puede pasar a los socialistas en las elecciones generales del 2012. En puridad, un plebiscito hacia su política. Conviene recordar que Cataluña fue la comunidad que llevó a Zapatero a la Moncloa. Déjenme añadir que un triunfo en la noche del 28 de noviembre, sería un revulsivo para un partido socialista que la crisis está vapuleando, un fracaso sería tener casi la certeza de perder dos gobiernos, el catalán y unos meses más tarde el de España. El de Madrid no admite ni el beneficio de la duda; a poco que doña Espe se lo curre un poco y cuide de no meterse o que la metan en algún "charco", volverá a ganar las elecciones, me atrevo a decir que con absoluta seguridad.

Las campañas electorales ponen a prueba el temple y el dominio del lenguaje político, la capacidad de contenerse o por el contrario, desbarrar como le pasó hace unos días (domingo 14) al señor Puigcercós, don Joan, que se les asilvestra la oratoria, en este caso para vapulear a la Agencia Tributaria, que según Puigcercós asedia a los empresarios catalanes, mientras "en Madrid es una fiesta fiscal y en Andalucía no paga ni dios".

Señor Puigcercós, ¡no fotis tú!, ¿también la Agencia Tributaria tiene catalanofobia? Creo que se pasó usted un par de pueblos. Mire, uno, en un arrebato electoral, en una oratoria coloquial, con el calor de la euforia mitinera, si está entre vecinos pase, se les comprende, aunque no piense usted que por eso se le cree. Pero si hablan para que la gente escuche y asuma el mensaje, hay que ajustarse a la realidad porque si no, al final, en ese juego absurdo de a ver quien la dice más gorda, el personal, que no es tonto, acabará por mandarles a ustedes a freír espárragos, cosa que, entre un exceso y otro, está la clase política apunto de conseguir.

¿A qué vamos a un mitin?, ¿quiénes van a los mítines?, ¿para qué sirven los mítines? No digo que sea un 100% pero en su mayoría, los mítines del PP hacen aforo con la gente del PP. Los socialistas con los socialistas y así sucesivamente. De manera que al final sólo queda convencer a los indecisos, los que se arriman "al sol que más calienta" sin tener, ni falta que les hace, ninguna ideología.

Probablemente hoy por hoy, con dos o tres debates televisados, se conseguiría el mismo efecto que el que se consigue con dos o tres semanas mitineras a base de la descalificación de unos contra los otros, aliñándolo con alguna que otra promesa que saben que luego no van a cumplir.