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Uno ya no sabe si, este extraño frío casi polar que te llega hasta los huesos y te hiela el alma, es debido a las bajas temperaturas con las que la madre naturaleza nos castiga enarbolando la bandera del cambio climático, o son otros fríos sin estación fija, de esos que te pillan por sorpresa y que, cuando los sientes, por tan repetitivos, hasta te son familiares. Son los fríos de los bandazos originados por las innumerables corruptelas colgadas en la aguja de esa brújula que muchos llevan dentro y que te hacen perder el norte. Hasta haciendo tus cuatro caseros ejercicios gimnásticos, te enteras de que algunos de tus deportistas, ídolos patrios, compaginan los laureles con el comercio del dopaje y aquello de "mens sana in corpore sano" se te hace añicos en segundos. Y así, a grandes zancadas, nos dirigimos hacia la Navidad, de abismo en abismo y tras confusos horizontes. Yo no sé si eso tan propio de las fechas venideras, "paz a los hombre de buena voluntad", sigue manteniendo su vigencia y no lo digo por el mensaje, que la letra no muere, lo digo más bien por su espíritu, porque se ven muchas menos palomas blancas y las voluntades de muchos, extremadamente vacías de bondad.