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Uno de los mejores consejos que se puede dar a los jóvenes es que inviertan su tiempo en formación y más en una comunidad autónoma como Balears donde hay un alto índice de abandono de los estudios. Desde las administraciones se insiste en este mensaje y las familias de los universitarios asumen con no pocos sacrificios económicos la marcha de sus hijos a Mallorca o a la Península. Pero también en la educación los menorquines sufrimos los costes de la insularidad. Hay que pagar alojamiento, manutención y viajes. En definitiva, un pastón. Sin embargo, se afronta el reto y la mayoría de los chavales responde. En todo este proceso el bastón de ayuda han sido siempre las becas que ahora han empezado a desaparecer porque, se dice, no hay euros en las arcas públicas. Explicación que tiene su miga, por no decir otra cosa. A partir de aquí las preguntas pueden ser varias: ¿qué importancia real le dan nuestros gobernantes a la educación?, ¿se han planteado que se podrían recortar otro tipo de gastos o subvenciones superfluas?, ¿por qué los residentes en una isla somos ciudadanos de segunda?, ¿cómo se defienden nuestros intereses?...

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