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En el "Diari "del pasado jueves 20 de enero, Adolf Sintes hace un recorrido con gran detalle sobre la escola i ermita de Favàritx, y en lo referente a la instrucción recibida por los niños del término de Favàritx y Capifort, en un punto de su excelente relato señala que: "el primer mestre, i durant bastants anys, va ser Bartomeu Florit Allés, de Maó"…..

Como hijas del primer maestro de Favàritx, Bartolomé Florit Allés, queremos rendir homenaje a la labor de aquel vocacional maestro que jubilándose a la edad reglamentaria de aquella época (70 años para los maestros) hasta el último momento supo transmitir la enseñanza y conocimientos a numerosos niños y niñas que por vivir en el campo con pocas posibilidades de comunicación con "el pueblo" en principio parecían destinados a ser unos "macatols".

Nuestro padre estuvo en la escuela hasta septiembre de 1979 momento en que se jubiló, o sea que casi veinte años. Antes había sido maestro en el Pósito de Pescadores del Grao de Gandia (Valencia), Montaverner ( Valencia), Arnes (Tarragona), La Cava (hoy en día Deltebre, provincia de Tarragona), Ferreries ( de donde era natural) y la Fortaleza de la Mola.

La escuela de Favaritx tenía una matrícula de más de 40 niños, y con relación a su organización era la clásica escuela unitaria; o sea, desde niños en su primera edad escolar quienes aprendían a leer y escribir hasta los ya muy mayores que desde allí empezaban el Bachiller y continuaban con sus estudios. El trabajo era tan intenso que a pesar de que el horario escolar era solamente por la mañana, nuestro padre por las tardes se preparaba y organizaba para poder impartir las clases y atender a todos los alumnos; por ejemplo: mientras los mayores hacían sus cuentas y los medianos la caligrafía, los pequeños se adelantaban alrededor de la mesa del maestro para empezar a leer: …. Mi mamá me ama. Amó a mi mamá…….

Los que hayan asistido a algunas de sus clases recordarán su modo singular de hacer aprender las tablas de multiplicar: todos puestos en fila, uno al lado del otro, iba preguntando la tabla. Por ejemplo: 3x6. Si el que le tocaba no contestaba, iba preguntando al siguiente y el primero que respondía correcto pasaba al puesto que ocupaba el primero que no había contestado. Aquello era un aliciente para saberse muy bien las tablas.

La labor de nuestra madre, Vicenta Escrivá, en esta época de la escuela rural, fue también muy importante. Mujer de poco conocimiento en escribir y leer, colaboró en el éxito de la escuela. La escuela tenía una vivienda adyacente para el maestro, edificio sin luz eléctrica y con el agua de una cisterna que cada dos por tres debía analizarse para saber si era o no potable. Su esposo, el maestro , al principio iba a la escuela cada mañana en bicicleta desde Mahón; para que no le fuera tan pesado, a ella no le importó vivir allí con la menor de sus hijas a pesar de las condiciones y bienestar que dejaba en su casa de Mahón. De su propio dinero compraba plástico en rollo y hacia una especie de ponchos con un agujero para meter la cabeza y así los niños que iban a clase en bici o "someretes" pudieran regresar secos a sus casas cuando al salir de clase les sorprendía la lluvia.

Viviendo allí, nuestro padre se sacó el carnet de conducir, a pesar de sus muchos años y tener pánico al coche. Se compró un Gogomobil y así le era mucho mas fácil acudir diariamente a la cita con sus queridos alumnos. Los años pasaron y los reflejos fueron desapareciendo, por lo que tuvo que dejar de conducir; pero a pesar de que nosotras, sus hijas, le aconsejábamos que cambiara de escuela o que se jubilara anticipadamente, él no nos hizo caso. Su argumento era que después de tantos años en aquella escuela, no se encontraría a gusto con otro tipo de alumnado; quizás sería más fácil, pero no sería como su escuela. Se solía buscar algún payés que lo llevara hasta el cruce de la carretera del Faro de Favaritx y para volver hacía autostop desde el mismo cruce.

Esperamos que aquellos niños y niñas, hoy hombres y mujeres que le tuvieron como maestro guarden un buen recuerdo suyo, tanto como buena persona que era, como de lo buen maestro que lo fue hasta el final, tal fue así que el año 1968 le fue concedido por el Excmo. Ayuntamiento de Mahón el premio Legado Galens en reconocimiento a su labor en la educación de los hijos de la ciudad, placa que guardamos como un gran tesoro.

Sus hijas, Victoria y Vicenta, nos sentimos muy orgullosas de la figura personal del que fue nuestro padre el maestro nacional ( como a el le gustaba que le llamara ) Bartolomé Florit Allés.

Nuestro padre se jubiló un mes de septiembre al cumplir los 70 años y falleció tres meses después. No pudo leer la gran cantidad de libros que había reservado en su biblioteca para cuando se jubilara y tuviera tiempo libre, después de haberle dedicado su tiempo anterior a todos sus alumnos.