Isabel II en 1852 junto a su hija Isabel - Fotografía de la gran enciclopedia larousse

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Aquella tarde del 19 de septiembre de 1860, fue recordada por los mahoneses y de manera especial para las autoridades civiles y militares. La visita de la Reina Isabel a la Fortaleza de La Mola dieron mucho de sí, todo Mahón hablaba de anécdotas y sucesos en aquel lugar. Una vez finalizado el recorrido, los Reyes se retiraron en carruaje hasta la escalera real, en cuyo punto la Reina se dignó llamar al Coronel Romero e indicar que le remitiría la encomienda de Carlos III, deseosa de que conservase como una memoria suya. El excelentísimo señor Ministro de la Guerra manifestó igualmente más de una vez a S. M. la fuerza de las fortificaciones levantadas y lo esmerado de su construcción, que había seguido con toda la activación, a pesar de ser realizados en los momentos de la mayor fuerza de la Campaña de África.

La prensa se hizo eco de la honra distinguida que para el estado militar, y singularmente para el cuerpo de Ingenieros, representaba la venida de la Reina, su esposo e hijos, importantes personajes de palacio, ministros, cónsules de Francia y Rusia, el desplazamiento de menorquines llegados a Mahón de todos los pueblos, alojándose en las casas de familiares unos, o conocidos, llenándose diversas fondas, convirtiendo Mahón en una fiesta, calles y plazas repletas, enriqueciendo los comercios, desde semanas anteriores en que fueron muchas las señoras que renovaron su armario para acudir a los diferentes actos que se irían celebrando con fausto.

Otras ventajas fueron la venida de dos compañías de obreros del Ejército, la compra de dos vapores para el servicio de costa y travesía, la construcción de un "tranway" para el acarreo de materiales, y últimamente la orden formal de desarrollar estos trabajos hasta donde sea doble conseguirlo, atendidos todos los elementos que pueden llegar circunstancias todas que son debidas al estado de prosperidad de nuestra hacienda.

Los trabajadores que se emplearon por término medio fueron de 2 y a 45 el número de carros, sirvieron además para el servicio de las obras, cuya importancia y acertada dirección fueron reseñadas, 4 fraguas, 2 talleres de carpintería y uno de carretería.

Siendo servido con esplendidez un abundante refrigerio: Un magnifico ramillete, cuya base era un follaje de dulce y en el fondo un ramaje de relieve. Otro dibujo también en relieve formaba el segundo cuerpo, y sobre el se levantaban cuatro cuernos de la abundancia con gran copia de flores de azúcar, destacándose entre ellos cuatro figuras de la Fama. Seguíase un bello friso sobre el que descansaban dos escudos con las armas reales, entre las cuales se veían dos leones alados y una corona real servida como de capitel a este delicado trabajo.

Acompañaban a tan lindo ramillete otros seis menores, dos en cuyos contornos se formaba con gruesas fajas de glas, el pabellón nacional un filete de glasa ondeado circuía la superficie y en el centro bajo un pabellón con corona de relieve, estaba el escudo de las armas reales de relieve y orlado todo con dos ramos de florecillas que a primera vista se tomaban por naturales. Otros dos que a más de estar bordados en toda la superficie con un dibujo muy fino de glasa real, tenían en el centro una hermosa columna que remataba con la estatua de la fama y en el otro con la de un guerrero en el centro de los dos restantes se elevaba un grupo de figuras en medio de un paisaje. En ambos lados de la mesa e intermedios que los ramilletes dejaban, había colocados más de cien sorbetes de fresa, de mantecados, de frutas, ponches y horchatas, hallándose los almíbares, pastas, dulces, vinos, de varias clases llenando con profusión toda la profusión toda la superficie de la mesa. Siendo invitados los señores generales, jefes, oficiales, y algunos señores y particulares que allí se encontraban.

También se encontraba cerca de los deliciosos manjares, otra mesa con todos los planos de la Fortaleza, que S.M. vio detenidamente, acompañándola el señor coronel comandante de ingenieros de esta plaza.

La Mola, disparó 180 cañonazos; 90 a la entrada y otros 90 al salir la reina de la Fortaleza.

Los ramilletes, pastas y dulces que se sirvieron en el refresco, fueron labrados en la Confitería Oriente y como es lógico por su propietario el pastelero, Juan Bautista Visa.

Tras tan agitada excursión a la fortaleza, los reyes descansaron perfectamente, hallándose muy satisfechos de la cordial acogida con que fueron recibidos por los mahoneses.

A las once de la mañana siguiente, dieron la oportunidad de un besamanos. El responsable de la prensa barcelonesa, ansioso de saludar a la Reina se adelantó para besar su mano teniendo el honor de escuchar de sus augustos labios con aquella amabilidad que caracterizaba a la soberana. -Agradezco mucho la galantería de la prensa catalana -le confirmo su alteza.

Al medio día, la visitó el Excelentísimo señor marqués de los Castillejos. Y a las cuatro de la tarde la reina visitó la escuadra en cuya operación se halló ocupada desde la una y media. También hizo presencia el conde de Reus seguido de sus ayudantes, el mayor de plaza, el comandante de ingenieros y otros militares de alta distinción. Llegando a La Mola, donde se encontraban reunidos el señor Bassols, con otros generales y jefes de la guarnición.

Todos los trabajadores en número considerable, se hallaban esperando y mirando con avidez el vapor Lepanto que traía a su bordo a SSMM. En breve el estampido del cañón anunció su desembarque y los gritos de "Viva la Reina". S. M. vestía un rico traje verde y para honra del país lucía con aquella gracia natural de siempre la airosa mantilla española. El Rey vestía el uniforme de capitán general.

Hasta las seis y media de la tarde revistaron sus majestades la magnífica fortaleza, que en breve sería una de las maravillas del siglo, honra de España y escuela de ingenieros. Después de asistir al suntuoso refresco preparado en el baluarte de la Princesa, retirándose SSMM muy satisfechas de los trabajos prácticos y particularmente de las impugnables baterías que se hallan a flor de agua.

Fue el duque de Tetuán quien, dirigiéndose al embajador francés, le dijo: "Ya ve Vd. cómo también en España sabemos hacer buenas baterías". "Efectivamente, buenas son", contestó el embajador admirado.

SSMM volvieron a embarcarse en el Lepanto, a cuyo bordo fueron todos los invitados. La hermosa fragata de vapor "Princesa" saludó a SSMM a su entrada en el puerto, iluminando todos los palos con brillantes luces de bengala, que producían un efecto sorprendente. Llegando los Reyes a su palacio y durante la cena tuvo lugar una magnífica serenata dada por los músicos del regimiento, ejecutándose una gran fantasía militar, con el título de "España vencedora", dedicado a la reina, por don José Piqué, músico mayor del regimiento de Valencia nº 23.

La misma noche ocurrió algo muy curioso. Al subir el coche en que viajaban sus majestades, por la cuesta Deyá, camino del Teatro Principal, el empedrado se encontraba muy resbaladizo, debido a la lluvia, siendo un obstáculo para los caballos. El pueblo que se encontraba a lo largo de la cuesta para ver de cerca a la Reina, se dirigió hacia el carruaje, cogiendo el mismo y subiéndolo a volandas, pudiendo de esta manera aliviar a las bestias desem­barazándolas de su marcha, mientras el resto de personas allí apiñadas aplaudían con vítores de "Viva Isabel II".

A nadie podía extrañar tanta expectación, Isabel II fue la primera persona real que se dignó a visitar esta isla.