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"Hoy más que nunca, la causa de la mujer es la causa de toda la Humanidad". (B. Boutros Ghali).

Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer desde el año 1911. Me incomoda tremendamente darle días especiales a cosas tan absolutamente normales como es ser mujer o niño, padre o madre. Pero al sumergirme en la información que hay publicada sobre las mujeres, he sido consciente de que, efectivamente, una vez más debemos de pararnos a pensar en la cantidad de cosas que diferencian a un ser humano por nacer hombre o mujer:

Según un informe que publicó la ONU en 2008 las mujeres son discriminadas, en mayor o menor medida, en las legislaciones de casi todos los países y las repetidas promesas de revisar esta situación no han sido respetadas.

Este estudio encargado por la Alta Comisaría para los Derechos Humanos de la ONU a Fareda Banda, revelaba que al menos en 53 países no es ilegal la violación dentro del matrimonio, y que en muchos estados la nacionalidad a los hijos solo puede ser transmitida por la vía masculina.

Cerca del 70% de los pobres del mundo son mujeres, y dos de cada tres menores que no van al colegio son niñas. Las mujeres son dueñas solo del 1% de las tierras agrícolas, y están en desventaja sobre derechos como el divorcio o la herencia.

Además, el derecho a la libertad de movimiento de las mujeres se ve obstaculizado en algunos países, donde se exige el acompañamiento de un familiar varón.
Nuestra sociedad parece que ya no está en este ranking aunque me atrevo a apuntar que si miramos algunas culturas/religiones que comparten hoy nuestro "primer mundo", fácilmente reconocibles por sus atavíos, podremos darnos cuenta de que muchas desventajas, por el hecho de ser mujer, son palpables.

Por otro lado la "supermujer" que fue nuestra abuela y nuestra madre se está extinguiendo. Esa generación de supermujeres que prestaron graciosamente altas cotas de bienestar al Estado y a todos los miembros de la familia, se ha acabado.

En el libro El Valor del tiempo (editorial Espasa) se desmenuza paso a paso las horas del día que una mujer dedica a cuidar, a cocinar, a limpiar, a regar plantas y pasear al perro. El tiempo empleado en salas de espera, médicos, atascos de tráfico, sueño perdido. Si los hombres tuvieran que pagar eso, a la mayoría no les llegaría el sueldo.

Según la encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística los varones dedican al cuidado de niños menos de 20 horas a la semana, mientras que las mujeres emplean entre 40 y 60 horas semanales. Al cabo del año los hombres emplean como promedio 127 horas a cocinar y las mujeres 657. En el libro citado, su autor calcula que para limpiar los hogares españoles hay que emplearse con la fregona en 1.000 millones de metros cuadrados, a diario en buena parte de ellos. Pues bien, entre los 18 y 24 años, las mujeres dedican cinco veces más tiempo a la limpieza que sus compañeros y casarse apenas aumenta el tiempo dedicado entre los hombres, pero se multiplica para las mujeres. Y prácticamente el mismo panorama para cualquier estado civil, según la misma encuesta del Empleo del Tiempo del INE. Las mujeres mueren más tarde, pero su estado de salud es peor que el de los hombres. Ya muy pocos se preguntan por qué. Los problemas de salud mental se están cebando con el sexo femenino y de nuevo se achaca a lo mismo: Sobrecarga.

Pero hay algunas tareas a las que, por más que se quiera, ya no se alcanza. Las mujeres han salido a trabajar y eso le ha dejado un hueco al Estado, que necesitaría multiplicar los presupuestos para taparlo.

Las mujeres de hoy ya no pueden cuidar ancianos a tiempo completo. La Ley de Dependencia prevé que el Gobierno destine un presupuesto que ha de ser apoyado por el de las autonomías. Y esa financiación habrá que mantenerla y ampliarla anualmente.

Las supermadres de entonces se han convertido ahora en superabuelas. Adiós a una jubilación tranquila. Hay que recoger al niño del colegio, prepararle la comida, sacarle al parque. Hasta que la jornada de los padres concluye.

El 70% de las mujeres mayores de 65 años han cuidado o cuidan a sus nietos y un 22% de las que los cuidan en la actualidad lo hacen a diario, como si fueran madres. Muchas afirman que es un placer estar con los nietos, pero ya en Europa suenan alarmas acerca del estrés que esto podría estar ocasionando.

De no ser por las abuelas, sus hijas o nueras no podrían salir a trabajar, así que, entre madres, hijas, tías y abuelas tejen una red de solidaridad femenina que posibilita que el abuelo pueda seguir jugando a la petanca. Eso es estar jubilado.

Tan es así, que las madres que trabajan fuera opinan en su mayoría que cuando las cosas se ponen farrucas con los niños son las abuelas las que solucionan la papeleta.

Y no quisiera terminar esta exposición cifrada sin alzar una lanza a favor del varón que es también, sin duda, presa de esta trampa humana. Un pensamiento anónimo sobre la masculinidad y la feminidad reza así:
— Por cada mujer fuerte cansada de aparentar debilidad, hay un hombre débil cansado de parecer fuerte.
— Por cada mujer cansada de tener que actuar como una tonta, hay un hombre agobiado por tener que aparentar saberlo todo.
— Por cada mujer cansada de ser calificada como "hembra emocional", hay un hombre a quien se le ha negado el derecho a llorar y a ser delicado.
— Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su masculinidad.
— Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual, hay un hombre preocupado por su potencia sexual.
— Por cada mujer que se siente atada por sus hijos, hay un hombre a quien le ha sido negado el placer de la paternidad.
— Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo o a un salario satisfactorio, hay un hombre que debe asumir la responsabilidad económica de otro ser humano.
— Por cada mujer que desconoce los mecanismos del automóvil, hay un hombre que no ha aprendido los secretos del arte de cocinar.
— Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación, hay un hombre que descubre el camino hacia la libertad.