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En el Diari, jueves 10 de febrero último, publicaba yo un artículo cuyo título rezaba "Los preocupantes conflictos de la política árabe". Me preguntaba hasta cuándo iba a ser pacífica la protesta de los pueblos árabes oprimidos por años de política dictatorial, cercanos a la vecindad del decimonónico feudalismo tiranizado. Quien me haya leído, se recordará que advertía del peligro en la subida de los crudos. Han bastado muy pocos días para saber ambas respuestas. Libia, con un Gadafi en estado puro, ni ha tenido ni tiene ningún miramiento a la hora de masacrar a su propio pueblo para defender al tirano sin que Europa haya ido más allá de los eufemismos en sus tibios reproches. Ahora, cuando han empezado a sentir en su economía la brutal subida del combustible, sólo ahora, han empezado a darse cuenta de que a sus maltrechas economías sólo les faltaba la gasolina por las nubes (el barril de crudo ya se ha puesto a 120 dólares), de manera que sus frágiles previsiones de endeudamiento, están camino del cataclismo que haga menos rico al rico, más pobre al pobre y al que ya era pobre de solemnidad, dejarle en la más absoluta indigencia.

Decía hace un par de días un tertuliano de los de todo a 100, de esos que ni se inmutan en sus torpezas, tanto les da freír una corbata como planchar un huevo, esté delante un micrófono o una cámara de TV, "nadie podía pensar que los conflictos del Magreb- norte de África- iban a suponer una subida del crudo", dijo el tertuliano. Pues mire usted, uno por lo menos sí lo pensó, después de pensarlo, lo escribió, y después de escrito, el Menorca se lo publicó.

Nada es más de fiar que la elemental coherencia a la hora de descorrer la cortina del futuro político. Les confieso tener vértigo y aun así me someto al ejercicio de andar sobre la cuerda floja en esa industria de ser oráculo del Delfos político.

Muchos son los que andan lanzando aleluyas sobre la rebeldía del personal musulmán, que parece que en buena hora han decidido agavillarse para sacudirse el pesado yugo de tiranías enquistadas y tiranos en sus poltronas sacando fuera de sus respectivos países fortunas indecentes. Porque, vamos a ver ¿de qué va a comer uno de estos pobrecitos o de sus pobrecitas señoras, si le obligan una mañana cualquiera a tomar las de Villadiego?
Déjenme formular un apercibimiento porque estamos queriendo analizar con el convulso presente nada más y nada menos que el futuro político de esos países. Ojalá que me equivoque pero tengo un cosquilleo en el epigastrio anunciador de que en más de uno de esos países que desde la lejanía creemos que están saliendo de Málaga y pueden acabar en Malagón. Con todas las cautelas y desde una confesada ignorancia, me pregunto: ¿qué es lo que viene detrás?, ¿tienen a caso esos países algún partido político fiable y anunciador de la deseable modernidad que les lleve por fin al siglo XXI? Vayamos a quitar un Gadafi y a poner un "gadafón".

A la luz de la memoria me recuerdo cuando lo de Persia (en 1935 cambió el nombre por el de Irán) y el Sha de Persia Riza Khan Pahlevi, que tuvo que salir más deprisa que corriendo de su palacio primero y de su país después, al rebufo de aquellos días hubo mucho aleluya y qué bien y que tal… hasta que unos señores con luengas barbas acabaron por darle la razón al destronado Sha cuando dijo aquello que dijo: "otros vendrán que buenos nos harán".

Miedo me da tratándose de la zona que se trata que no venga en suceder esa pesimista advertencia que avisa a los pobres y a los oprimidos de que nada hay que esté mal que aún no pueda estar peor.

Acordándome de lo que había, viendo lo que hay, no seré yo quien garantice el mimbre para que salga de todo esto un cesto lucido.