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Cuando una persona, pareja o familia elige pasar sus vacaciones en una zona turística "civilizada" lo que desea es que la urbanización de acogida tenga los servicios e infraestructuras en condiciones, además de un plus de tranquilidad y seguridad. También quiere que el sol acompañe y que las playas se ajusten a la postal que han visto en el catálogo. Si además hay una buena oferta complementaria de ocio y restauración, mejor que mejor. Es una opción que huye de las aventuras y las sorpresas que puedan estropear o enturbiar la semanita por la que se ha suspirado y ahorrado. En definitiva, se busca la comodidad del hogar en un entorno agradable combinada con unos atractivos paisajísticos a los que no pueden acceder a lo largo del año.

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Temporada tras temporada, PIME y ASHOME -y anteriormente también el Fomento del Turismo- reclaman a los municipios que tengan todo listo para recibir las visitas que son la principal fuente de ingresos para la economía insular. Pero la historia se repite. Junio sorprende a no pocos núcleos con una imagen que deja mucho que desear. Es cierto que diferentes planes de inversiones han contribuido a subsanar bastantes deficiencias, pero sigue faltando una cierta sensibilidad y, lo que es peor, un claro interés por parte de algunos ayuntamientos a la hora de tener a punto el cuarto de invitados.