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Las masificaciones humanas, en su aspecto festivo sin otros componentes añadidos, son ya en sí mismas peligrosas. Si además vamos añadiendo a esa situación otros factores, como pueden ser grupos de jóvenes que han bebido más de la cuenta o consumido otras sustancias que potencian la desinhibición, la desvergüenza libidinosa y el exaltamiento descontrolado, la situación se puede tornar explosiva y hasta muy peligrosa porque se actúa desde la opacidad que el tumulto de la masificación les brinda, en este caso concreto a los que para nada son santjoaners, si no potenciales alborotadores, gamberros, cuando no pura y llanamente potenciales delincuentes que no se paran en barras a la hora de causar estragos de cualquier naturaleza.

Me ha emocionado y dolido en mi espíritu santjoaner leer en el Diari del miércoles 29 de junio, página 3, un titular que dice "La prevención en ses avellanas falló pese al aviso de descontrol". ¿Qué es eso de un aviso de descontrol? Los descontroles no se avisan, se deben corregir por quien correspondan, poniendo los medios para anular sus presumibles efectos porque luego, además, cuando estos ocurren, como es el caso, a unas chicas frente al Molí de Cas Comte, las responsabilidades tienden a diluirse, los responsables no reciben ningún correctivo por lo que debieron evitar y no evitaron. La situación es muy distinta para estas chicas. Por ejemplo lo que le pasó a la chica que, en las páginas del mismo Diari, cuenta valientemente los abusos sexuales de los que fue objeto por parte de unos energúmenos que desde sus bajos instintos se comportaron peor que animales, por los que ni siquiera seré yo quien los comparé con los nobles caballos de Sant Joan, no sea que los caballos se ofendan. Si acaso, eso sí, los compararía con el caballo de Atila, o con burros asilvestrados, capaces de causar estragos y tropelías inauditas. Ellas, esas chicas, si que no podrán borrar nunca de su mente las agresiones de las que fueron objeto. No podrán diluir su pesadilla y la incomprensible situación de la que fueron objeto.

Ahora, después de "fallar" el servicio de seguridad, sólo faltaría que la justicia no estuviera a la altura, dulcificando las penas de esos bestias. Espero que sea todo lo contrario y que las penas sean ejemplarizantes. Sería un pésimo error dar la sensación de que a Ciutadella pueden venir unos sinvergüenzas a desvirtuar una fiesta que siempre fue ejemplar. Venir a la Ciutadella festiva a llevar a cabo agresiones sexuales porque les sale gratis.

Quitarle a una mujer, entre varios degenerados, hasta su ropa íntima, manoseando su cuerpo, llegando a introducir los dedos en los genitales, es, a mi modo de ver, una agresión sexual en grupo que debe de tener todas las consecuencias penales de estos casos y espero y deseo que se haga pagar estos actos con la máxima pena que la ley permita.

Si no se le ponen soluciones, la fiesta de Sant Joan acabará siendo un desmadre, si es que ya no lo es. A medio camino entre el botellón asilvestrado, donde todo vale, y la siempre latente agresión sexual cuando no cualquier día, tendremos que lamentar el navajazo o la cuchillada a cuenta de alguna pandilla de borrachuzos que no son, ni jamás serán santjoaners.

Sant Joan ya no es aquel Sant Joan que los menorquines en general y los ciutadellencs en particular, disfrutábamos con alegría, haciendo bulla, pero siempre desde el respeto. Ahora ya es un acontecimiento desnaturalizado, que incluso empieza a dar claros síntomas de su peligrosidad. Y sería una ingenuidad pensar que "cuatro degenerados" no pueden acabar con una seña de identidad que le es tan propia a los ciutadellecs. Ahora han sido una pandilla de unos pocos, la próxima vez serán más, hasta que pase algo más lamentable que este año.

Si no se le pone soluciones, los problemas no han hecho más que empezar. Hay que reordenar el desorden.

En San Fermín, salvadas sean todas las distancias, (lo pongo sólo como ejemplo, pero no para tomarlo al pie de la letra), los mozos saben que no pueden correr cogiendo la testuz de un toro; para evitarlo están los "pastores" que con una buena vara de avellano, no vacilan en usarla contra las costillas de quien se salta esa norma. Si no fuera así, haría ya años que no llegaría ni un solo toro a la plaza. Hay pues que coger, en este caso, sí, el toro de Sant Joan por los cuernos.