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Berlusconi da mucho de sí. Podría ser protagonista tanto de una película dramática de Bertolucci como de una sátira de Fellini. Da juego y, según muchos italianos, da dinero. Cuando los focos han iluminado sus miserias, lo que sucede con demasiada frecuencia, muchos italianos no le han retirado su confianza. Y no se trata de 'tifosi' desinformados, sino de gente con sus pequeños negocios o un trabajo estable. Hasta ahora no le han mandado a paseo y uno se pregunta por qué. La explicación no es complicada, aunque cueste aceptarla. Muchos nativos del antiguo imperio cuando ven el telediario tienen la mano en la cartera y en tiempos tan complicados como los que vivimos deducen que su economía particular depende de la economía general y confían más en un empresario escaso de escrúpulos que en una izquierda desorientada y carente de liderazgo. Es uno de los motivos por los que la corrupción no se castiga (hay otros). El personaje que aquí llamamos "pillo" es un consentido, con margen de maniobra para mover el dinero, el suyo y el de los demás. Ahora, Silvio anda de capa caída, pero no por sus bravuconadas, ni escándalos inadmisibles, sino porque Italia ha entrado en el selecto club de los europeos en situación de riesgo. Ahí sí que los italianos no van a perdonarle. Y no hablamos de fútbol.