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Cuesta creerse que en el siglo XXI sigan existiendo individuos empeñados en ser jefes de estado vitalicios hasta que la muerte vaya a visitarlos.

Lo que empezó en Libia con una tímida protesta ciudadana al rebufo de lo que por aquellos días pasaba en otros países del norte de África, fue creciendo como si tuviera buena levadura. Creciendo hasta convertirse en una cruenta guerra civil. Todo porque después de cuatro décadas de ostentar el poder, al señor Gadafi no le parecía aún bastante. Y como estos dictadores vitalicios, su país, su pueblo y los seres humanos que en él habitan les importa una higa, alentó a sus tropas y a sus mercenarios para contener la protesta a sangre y fuego. Según algunos observadores que dicen saber de estas siniestras matemáticas, en Libia podrían haber muerto en estos días de guerra civil, más de 30.000 personas. ¡Qué caro es mantenerse en el poder!, ¡qué precio más tremendamente inútil y qué injusto!

Libios contra libios, amén de la aportación bélica de los aviones de la OTAN y los mercenarios gadafistas. En puridad una guerra civil en un país cuyo potencial energético (léase petróleo) no es ajeno a la codicia y al interés de otros países. Un país cuyos habitantes podrían vivir muy bien después de sacudirse, gracias a unas mejoras económicas, los atávicos atrasos. Sin embargo, se les ha abierto una herida ahora mismo en sangre viva que más tarde pasará a ser una llaga que supurará odio y rencor durante años.

Nosotros, los españoles, sabemos de los desastres de una guerra civil. Sabemos que la guerra no acaba cuando acaba la guerra. Aquí al menos, después que dijeron que la guerra había terminado, los que la ganaron continuaron con juicios sumarísimos y la barbaridad de las ejecuciones en las cunetas. El final de la guerra nos dejó, pues, una España llena de víctimas y verdugos. En Libia las cosas no serán muy distintas. De momento, como en toda guerra, esté ésta o no esté declarada como tal guerra, sucede lo mismo. Cada bando anda fusilando a los desventurados del otro bando que son capturados. Después, como ya he dejado dicho, cuando la guerra acabe, Dios quiera que no, podría pasar lo que nos pasó a nosotros, que algunos le cogieron gusto a eso de ir fusilando. Y siguieron.

Mientras tanto este tirano de porte estrafalario que ha sido el coronel Gadafi, como si fuera el protagonista de una ópera bufa, lo mismo ni siquiera ha comprendido que es el causante de que en su país se maten los unos a los otros, destrozando de paso edificios, carreteras, puentes, una infraestructura que ha costado tantos años conseguir. Y estará el tirano intentando salvar por lo menos la "pellica" porque posiblemente al final se ha dado cuenta que de todo lo que tenía, solo le queda salvaguardar su vida, no vaya a ser que algunos compatriotas le hayan tomado interés como otrora pasó en Irak con Sadam Hussein, que cuando se ofreció un saco de millones, alguien dijo que más valía pájaro en mano que cien volando, y lo delató. No hay nada que abra más bocas y más ojos que una suculenta recompensa. De manera que el coronel Gadafi puede tener un final bastante parecido al que tuvo el tirano de Irak. En cualquier caso sus días de vestirse de opereta y tumbarse a la bartola en la jaima se le han terminado.

Después de los estragos (déjenme seguir diciendo de la guerra civil de Libia), conviene saber cómo queda aquel país y en qué manos y cuál es la respuesta en el contexto del norte de África. Puede ser también interesante lo que tengan que decir los países que han participado en el conflicto. Porque digo yo que algo tendrán que decir.