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Confieso que siento sana envidia cuando comparo nuestra vida parlamentaria con los sistemas británico y norteamericano. Evidentemente tienen sus defectos, pero ver al primer ministro Cameron o al presidente Obama (como ya les ocurriera a sus predecesores) sudar tinta para convencer a los miembros de sus partidos para que les apoyen en determinadas iniciativas legislativas es estimulante para la democracia. Aquí, en casa se vota lo que dice el jefe y, como dijo Guerra, el que se mueve no sale en la foto. Por eso, y a cuento de la reforma constitucional, detectar discrepancias internas o incluso algún caso en el que se rompe la disciplina de voto es saludable, a pesar de las tensiones que se generan.

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Ahora que se acercan las elecciones generales, los menorquines no deben olvidar que en esta atribulada legislatura hemos tenido a tres políticos con cargo en Madrid. Dos diputados, Gràcia Muñoz y Joan Carles Grau, y un senador, Arturo Bagur. Todavía no se sabe si repetirán en las listas, si sus respectivos partidos le dará nuevas obligaciones o si directamente se irán a casa. Sin embargo, todos ellos están obligados a rendir cuentas tanto a los que les votaron como a los que no. En definitiva, explicar qué han logrado, o al menos intentado, hacer. Defender los intereses de la Isla era su principal misión. Para eso fueron elegidos y han cobrado durante estos cuatro años.