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El secuestro de dos cooperantes en los campos de refugiados de Tindouf, uno de ellos mallorquín, y otros casos recientes, han puesto de actualidad la labor que estas personas llevan a cabo en los países del sur. La cooperación menorquina se lleva a cabo desde hace muchos años, por parte, principalmente, de misioneros que viven su compromiso evangélico junto a los más pobres. Los secuestros son actos terroristas dirigidos a una labor de cooperación que en algunas zonas molesta pero que es necesaria y que expresa el ansia de justicia de quienes participan en ella. El riesgo al secuestro añade un elemento más a la aventura personal de los cooperantes, que ya asumen otras dificultades considerables. Es evidente que su trabajo debe ser protegido, porque los secuestradores nunca pueden conseguir retraer el compromiso con las personas de estos países del sur. Su trabajo para mejorar las condiciones de vida debe mantenerse y, por tanto, también las instituciones y los colectivos insulares deben garantizar su colaboración económica para que los proyectos de cooperación puedan desarrollarse. El ejemplo de quienes dedican un gran esfuerzo personal y asumen riesgos considerables debe ser correspondido con justicia.