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Ya sabe usted que los sueños se interpretan, lo dijo don Sigmundo, y que son como un disfraz que se ponen nuestras pulsiones inconscientes para poder salir a la calle.

- Pues yo he tenido un sueño terrible esta noche pasada: acongojante, enigmático…me ha dejado sudoroso e intrigado al mismo tiempo.

- Cuente, cuente…intentaré descifrar lo que se esconde tras esas quiméricas imágenes, no por oníricas menos peliagudas para el sujeto que las padece. Nos puede ser muy útil su relato detallado, para poder avanzar en la terapia psicoanalítica (y de todo tipo) que necesita.

- Hoy en día, mucha gente vive angustiada por sentimientos que paralizan y desasosiegan las mentes apáticas, repletas de pensamientos evanescentes ¿No le parece, doctor?

- Probablemente se trate de conflictos subconscientes. Algún trauma sin resolver, que sigue manifestándose a través de desplazamientos y sublimaciones. Pero le encuentro muy dubitativo. Eso le impide a usted descansar correctamente. Recuerde que en la mente o en la política misma, cuando todos mandan, en realidad acaba por no mandar ninguno.

- Bueno, pues resulta que en mi sueño yo estaba en la Puerta del Sol, rodeado de gente desconocida. Todos pronunciaban frases ocurrentes, mientras algunos diputados pasaban por allí de incógnito, poniendo cara de cabreo. Los concentrados tenían tabletas, portátiles y otros aparatejos con los que se intercomunicaban sin cesar, incluso no estando de cuerpo presente. He sentido indignación, difusa e inesperada, y he estado a punto de decir algo brillante; pero mi alergia a las aglomeraciones, a los movimientos de masas y a las amistades peligrosas, me han inducido a alejarme rápidamente de aquel lugar tan concurrido. De golpe, me encontraba aislado en una isla (valga el pleonasmo). Espantosas construcciones junto a la costa, de pésimo mal gusto, la estaban destrozando. Yo quería salir de allí, pero un señor que vendía billetes tras un mostrador se burlaba de mis vanas pretensiones y me iba subiendo el precio aleatoriamente, sin inmutarse lo más mínimo. – No es cosa mía – decía amablemente- yo solo soy un mandado.

Luego, he pasado a ser un espía al servicio de Su Majestad. Andaba con la muerte en los talones pues unos malvados me habían confundido con un pacífico hombre de negocios y me exigían que diese trabajo a millones de personas. Ya que no se me ocurría, en ese momento, como crear puestos de trabajo para tanta gente, empecé a correr sin rumbo fijo. Unos hombres vestidos de negro me perseguían con facturas en la mano, para que se las abonase o me pensaban embargar hasta el bolígrafo. Y cuando estaban a punto de alcanzarme, me desperté sobresaltado y con el ánimo hecho fosfatina…

- Muy interesante. Ahora hábleme de su infancia…

- Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…

- No, ese era Machado…

- Perdón. Mi infancia son recuerdos de un patio de Menorca, y un niño raro, que pretendía ser torero…

- Suena parecido, pero está usted peor de lo que imaginaba…

- ¿Qué significa mi sueño, doctor?

- Padece una fuerte tendencia al aislamiento. Está demasiado reprimido. Le angustian el futuro y las deudas, además de ser lábil e influenciable. Y, por si todo esto fuera poco… ¡recuerde que ya me debe dos visitas!