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Vuelve a haber fiesta en el Democratic Club, ya que es 20-N. Los diferentes votos irán entrando en la urna, abierta para la ocasión; vestidos de incógnito como si fuesen a una fiesta de disfraces; conversarán educadamente, esperando el laborioso recuento tras finalizar la jornada. Solo entonces podrán decir si la fiesta ha sido un éxito.

Celebran una vez más, que a pesar de sus notorias diferencias, todavía pueden convivir en paz y en libertad. Respeto mutuo, aceptación de las reglas del juego, participación en los asuntos de gobierno: decidir por mayoría, quienes van a mandar o a gestionar durante los próximos cuatro años. Un cuatrienio que se prevé tan problemático como vertiginoso.
El voto útil será el primero en entrar, siempre obsesionado con poder servir para algo.

- He venido porque hay bebidas, dice; y gracias a mí, espero que ganen los que tienen alguna posibilidad de hacer algo para cambiar las cosas ¡Hay que ser realistas! Venir para nada, es tontería…

El voto de castigo llega muy cabreado. – Estos se van a enterar... ¡estoy indignado! - y empieza a echar pestes a diestro y siniestro (o sea, a derecha e izquierda). Más que estar a favor de alguien, está en contra de quienes lo han decepcionado. Dice que lo que no funciona es el sistema, pero votará para castigar a los que han gobernado, y renovar por fin, las siempre ansiadas poltronas.

El voto nulo no sirve para nada. Hasta da pena verlo, todo lleno de tachaduras y medio roto por las esquinas. Creo que ha bebido - dice el voto de confianza. A veces, el pobre voto nulo llega a sentir envidia del ufano voto útil, por su eficacia y pragmatismo…

- Me he quedado en blanco - dice el más indeciso, ante lo complicado que está el baile…

Algunos se abstienen de venir y se quedan en casa; mientras que otros, que actualmente viven lejos, han dicho que llegarán a la fiesta por correo.

Todos esperan ansiosos e ilusionados, el emocionante momento del escrutinio.
El voto de partido piensa que puede ser él quien decida el ganador. Por eso acude fiel a la cita, pese a tenerlo todo "encuesta arriba"

La mayoría siente una extraña responsabilidad. Saben que están participando en otro momento histórico e irrepetible. Pues las circunstancias han cambiado. Los retos se renuevan y complican. El mañana está aun por definir.

Debemos madurar – dice uno de ellos. Ya somos mayorcitos y necesitamos abandonar esa actitud infantiloide de acusarnos unos a otros, puro marketing electoral. Se nos pedirá que arreglemos los problemas reales de la gente. Que estemos a la altura. Rigor, inteligencia, tesón, disciplina, capacidad de diálogo…y ahora, de lo único que podemos abstenernos…es de prometer en vano.