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La crisis del euro, la recesión, la prima de riesgo, tienen a los ciudadanos acongojados y asustados ante el futuro. Parece como si el pesimismo ante las dificultades económicas desviará la mirada de otros dramas sociales con la excusa de ¡bastante tenemos ya!. Pero conviene no olvidar, ahora que se acerca la Navidad, tan entrañable para mucha gente, las vidas rotas que el machismo sigue dejando como un reguero de sangre y muerte.

Las hijas de cinco y seis años de una mujer magrebí, que ahora están en un centro de la Comunidad de Madrid, vieron como su padre asesinaba a cuchilladas a su madre, recién parida, y las dejaba en plena noche, solas, junto al cadáver y las ventanas abiertas. Toda la familia sabía del maltrato, del infierno en que vivía la víctima, pero nadie lo denunció. ¿Qué destino espera ahora a estas tres criaturas, dos de las cuales fueron perfectamente conscientes del horror de un crimen? Conviene preguntarse si las dos niñas y el recién nacido suscitarían más solidaridad en caso de haber sido sus padres asesinados en un atentado terrorista. Porque de ser la respuesta afirmativa, algo muy grave nos está pasando como sociedad.

Otra historia tenebrosa, es la de los dos hermanos desaparecidos en Córdoba. Si la policía o el progenitor, en la cárcel desde hace más de un mes y que guarda el secreto sobre el destino de sus vidas como un chantaje lacerante a su exmujer, no lo remedian, no volverán a casa por Navidad. Cuando su mujer le dijo que quería separarse, este hombre, exsoldado en Bosnia, no optó por amenazarla de muerte, que suele ser lo habitual en los maltratadores, hizo algo peor: se llevó a los niños y solo él sabe si están muertos o vivos. Dicen los psicólogos que le atienden en la prisión que es frío, calculador, metódico y que lo planifica todo hasta el más mínimo detalle. Así debió planificar la venganza contra la que había sido su compañera y unos niños que se convirtieron en objetos de trueque.
Por último, y como una evidencia más de que hay algo en nuestra organización social o en nuestras leyes que no funciona en el caso de la violencia contra las mujeres, la historia que se ha conocido también esta semana. La del asesino confeso de su mujer que lleva cobrando la pensión de viudedad de su víctima desde la cárcel ya que la solicitó nada más cometer el crimen y a nadie en la administración se le ocurrió comprobar las causas del fallecimiento de la esposa. ¡Con lo rácanos que son a veces y la cantidad de impresos que hay que aportar para cobrar una pensión en derecho!

Que esto siga ocurriendo, día sí y día también, es que algo está