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Cuando se trata de ganar la batalla, el factor sorpresa puede resultar decisivo. En muchas situaciones de la vida, la existencia de dicho factor suele ser providencial. Es la antítesis de lo previsible, caduco o aburrido. Incluso puede servirnos para enamorar a alguien.

Ahora, sin embargo, ese factor se está empezando a pasar de la raya. No ganamos para sustos…

Si queremos hacer una planificación de futuro, saber lo que se avecina o adelantarnos un poco a los acontecimientos para que no nos cojan desprevenidos, resulta que el factor sorpresa de las narices nos amenaza e intimida con su gran capacidad de trastocarlo todo.

Corea del Norte, o Irán, o Fukushima, o la inestabilidad política, o la prima de riesgo, o el riesgo propiamente dicho. Todo se va amontonando para intentar sorprendernos, disgustarnos, dejarnos aturdidos y descolocados. Rumores de despido, ausencia de crecimiento económico, exceso de crecimiento de la pobreza, la desprotección social o la recaudación de impuestos, para poder tapar los enormes agujeros que se han ido acumulando.

Los malvados terroristas intentan aprovechar el factor sorpresa, atacando de forma brusca e imprevisible. Llevados por su odio y su ceguera.

No siempre tiene que ser malo ese fenómeno que tanto nos cuesta controlar. También puede traer consigo experiencias sumamente agradables. Nos acercamos a un nuevo mundo, opinan algunos. Pero ¿de qué tipo? ¿Cómo será, más o menos? Y, sobre todo, ¿qué papel voy a jugar yo, en el nuevo escenario?

¡Ah! Factor sorpresa. A ver si lo adivinas…

Vamos a empeorar antes de empezar a mejorar -dicen los expertos- para que no nos desa­nimemos cuando crezcan los conflictos, los alborotos y los desastres. Mantened la calma, que la cosa se arreglará a medida que pase el tiempo. Pues qué bien.

Bueno, no es por desconfiar, pero este puzzle tiene pocas piezas que sepamos encajar, de momento. Los nubarrones son cada día más espesos, más negros, oscureciendo el apacible paisaje y asustando a los pájaros y otros animalitos que buscan presurosos un refugio donde guarecerse.

Ya sé que no hay que fijarse demasiado, ni en las malas noticias ni en los funestos presagios. Ni en Siria, ni en la explotación sexual, ni en el narcotráfico, ni el los destrozos medioambientales… Todo ello es demasiado triste, previsible, descorazonador e hiriente para una mente consciente y crítica con todo el mal que nos rodea.

Puede que después de tanto temor -que se va apoderando del ambiente hostil en que vivimos- vuelva a salir el sol, iluminándolo todo con sus potentes y cálidos rayos bienhechores. A fin de cuentas, tal como están las cosas, eso también entraría dentro del ya conocido "factor sorpresa".