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Con lo de la crisis ando desorientado. Desconozco los misterios de la economía financiera y de la otra, por lo tanto reservo la opinión. Ni quiero ni puedo iniciar el juego de la busca del culpable porque no es solución. Es excusa. Lo que parece cierto es que los dineros han desaparecido, las administraciones públicas no pagan a los proveedores, los bancos piden dinero para hacer frente a sus obligaciones, los trabajadores pierden su puesto de trabajo o ven reducido su estipendio, porque las empresas andan descarriadas. ¿Dónde estará el dinero?

En la busca de soluciones a estos graves problemas los gobiernos han puesto en marcha la campaña del ahorro. Si los bancos necesitan capital para hacer frente a las posibles demandas de los que fiaron de ellos prestándoles su dinero, los impositores, prestémosles lo necesario para que no se hunda el sistema. Si las empresas que han trabajado para alguna administración no cobran por servicios prestados, pidamos paciencia y arbitremos un sistema de recaudación más o menos oculto. Serán los céntimos de los carburantes, las tasas universitarias, el copago sanitario o cualquier otra martingala que pueda generar el dinero para pagar la deuda. Si a la vez se utiliza la gran tijera para recortar los gastos, con el paso del tiempo puede que la vida del ciudadano mejore.

Mientras, estamos con lo de la tijera utilizada donde duele más, en educación, en sanidad, en servicios sociales y de forma indiscriminada. Dejo de lado la supresión de profesores de apoyo, que los médicos especialistas vengan de Palma porque no se cubren las plazas de aquí, o cualquiera que figure en la motivación de las caceroladas y manifestaciones.
Llega la ceguera de los recortadores hasta lo más nimio.

Me cuenta, una amiga, la causa de sus dolores. Sigue estudios en línea de un grado superior de FP en el Institut Obert de Catalunya. Estudia cuando sus niños duermen y dos veces al año les mandan (no es la única que está en esta situación) las pruebas de examen al Instituto Pasqual Calbó, donde un profesor de aquí vigila para que no hagan trampas.

Les dicen ahora que si quieren seguir con sus estudios deben sufrir los controles en Barcelona. Con niños pequeños y obligaciones familiares la medida la conduce al cabreo. Cuando lo importante es la cifra del ahorro y no en qué se ahorra, errar es fácil, si encima te encuentras con irresponsables que no te cuentan las repercusiones que supondrá la solución aplicada, se entiende que el ciudadano grite su disconformidad, incluso con malas palabras.