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No recuerdo si eran Epi y Blas o Gustavo, el que se dedicaba al deporte de riesgo, quienes explicaban a los más pequeños los principios básicos de la física espacial (en minúscula, porque se refiere al espacio cercano). Arriba y abajo, principio y final, antes y después. Sin embargo, es evidente que durante años muchos gobernantes se perdieron sus clases o no aplicaron los conceptos básicos, pensando que eran fantasías infantiles. Hoy comprobamos que no es así. Al principio está el proyecto y al final la obra ejecutada.
Antes está una necesidad y después ésta aparece cubierta. Arriba está quien tiene la responsabilidad de decidir y abajo los beneficiarios de sus acciones a favor del pueblo. Lo que en el diccionario se describe como política.

La lista de ejemplos sobre obras sin sentido, de gastos públicos inútiles, es inmensa. Sería posible organizar un recorrido didáctico con guía para descubrir las huellas de esos fracasos. En su origen se encuentra la originalidad de un político, su ilusión, convertida en promesa electoral que, si gana, es alzada al nivel de obligación irrenunciable. (Aposición: habría que advertir a los ilusos que no existe el votante perfecto que conozca y menos que avale con su voto todo un programa electoral).

Ahora tenemos sobre la mesa de operaciones la red de Ciutadella a Maó de agua de la desaladora. Que no se gaste un euro en un proyecto multimillonario si no hay un compromiso claro, que no promesa, de financiación.