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En la situación de conflicto económico que estamos soportando, de una parte la administración pública que no hace frente a sus compromisos con sus proveedores y al otro lado las empresas que tienen difícil el acudir al préstamo bancario para sobrevivir, aparecen los solucionadores que en un plis plas tienen el asunto arreglado.

En el caso de los que detentan el poder el arreglo es el ahorro disminuyendo las prestaciones básicas que, hasta no hace tanto, llamábamos el Estado de Bienestar. En el de las empresas el recurso es la reducción de empleo y en el peor de los casos el cese de la actividad. No me atrevo a comentar estas grandes cuestiones por sobrepasar el tema a mis entendederas y si añado lo del rescate de cien mil millones entiendo menos.

Lo que sorprende es la traducción de la reducción de gasto público en las administraciones insulares. Las mayorías populares resuelven que es culpa de la herencia recibida. Parece que estando en la oposición no controlaban el gasto que arbitraba la mayoría. Y para remediar el entuerto amenazan con acudir a los tribunales creyendo que es solución inmediata.Hay otros que promueven la rebaja de cargos públicos empezando por rebajar a la mitad el número de diputados del Parlament de la Comunidad Autónoma. Y sin tocar lo de los consejeros no electos o la proliferación de pseudo-directores insulares de trabajo misterioso.

Estas manifestaciones y otras semejantes son exponente de la falta de proyecto político a largo plazo. Se siente en la obligación de dar respuesta, en los medios de comunicación por supuesto, sin haber dedicado el mínimo tiempo necesario al estudio del problema y mucho menos compartir la reflexión con sus adversarios u otros grupos sociales.

En política las promesas han sustituido a los programas. Las actuaciones se miden por la duración del mandato electora. El análisis de lo necesario para la entera sociedad viene reducido a los sondeos electorales. Con estos instrumentos es imposible construir un proyecto reconocible por la sociedad. La consecuencia inmediata es la desconfianza en los partidos políticos, la baja participación en las convocatorias electorales y al final el cuestionar si la democracia es el mejor de los sistemas para resolver las necesidades de todos .