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En esta sociedad audiovisual de la información en red que vivimos, la atención es una de las cosas más codiciadas que existen. Sea con fines políticos, sociales o comerciales, el que la capta mejor y durante más tiempo, puede acumular un inmenso poder y beneficios. De ahí las feroces batallas que se libran por la audiencia, una publicidad machacona a todas horas y ese bombardeo constante de reclamos, seducciones, y mensajes incitadores u ocurrentes que forman parte de nuestra realidad cotidiana.

Al tener una capacidad limitada, nuestra atención no la damos, sino que la prestamos un momento, para poder atender aquellas cuestiones que consideramos de mayor urgencia o significación para nosotros.

¿Quieres prestar atención a la rubia despampanante que está pasando?

¡Uy! Estaba distraído con un problema matemático. (Diálogo de ficción)

Seguir un razonamiento o encadenamiento causal, suele ser más difícil que funcionar a base de mensajes cortos que se autodestruyen en 5 segundos. Compramos las marcas que más nos suenan o que no nos podemos quitar de la cabeza, a fuerza de repetición.

En la tele gritan, se insultan, tratan temas de lo más escabroso, con la única finalidad de llamar nuestra atención. Saben que somos así. Es nuestra naturaleza. No nos fijamos en lo que no hace ruido, ni tiene colores chillones, ni en las buenas noticias. La sangre nos hace mirar fijamente, mientras que algunas disertaciones filosóficas nos relajan bastante.

Hay quien se queja amargamente de que los jóvenes escriban con faltas y a lo loco, pero es porque no le dan demasiada importancia al asunto. Para aquello que les interesa son listos, aplicados y no cometen demasiados errores. Los videojuegos pueden tenerlos abducidos, pero también un libro, una película o un espectáculo deportivo.

Si antiguamente se podía dirigir y centrar la atención de forma autoritaria, con la libertad la dispersión ha aumentado. Cada cual se centra en lo que le parece y los maestros se desgañitan intentando que se den los programas oficiales. Todos lo mismo y al mismo tiempo. Es complicado, con una atención tan inquieta e hiperestimulada.

Sabemos que las grandes obras son ejercicios de concentración impresionante. A veces, durante años. Incluso las labores artesanales requieren tiempo y esfuerzo continuado. Pero si apenas tenemos tiempo o tenemos tantas cosas por hacer…

En política, nos tienen entretenidos y dispersos con temas de lo más variado.

Distracciones para no pensar, que es una costumbre que no trae más que problemas. Cuando nos aburrimos de un tema, pasamos a otro, y así la gente no tiene tiempo de hacer cosas realmente revolucionarias. Porque lo revolucionario sería vivir de otra manera.

En fin, si han leído este artículo hasta el final, me doy por satisfecho. Les puedo devolver la atención que me han prestado, para que puedan dedicarla a ocupaciones de tanto o mayor interés. Muchas gracias.