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En el primer verano con Rajoy al mando vuelven los incendios con toda su mala suerte, vuelven las llamas a llevarse lo verde. Tal vez por recortar en medidas contra el fuego, puede que por caldear demasiado el ambiente o quién sabe si alguien trata de allanarse el camino a vaya usted a saber dónde, pero el caso es que vuelven con su furia de siempre, implacables, multiplicando el desastre. Y no hay tierra más fértil para la catástrofe que la del desastre; no será raro que de seguir acumulando hectáreas florezca mucho más severo el verdadero problema.

Vuelve septiembre, con sus aulas más llenas que de costumbre, con hijos de padres más pobres, de vuelta de vacaciones más austeras -con suerte-. Vuelven los libros de texto con todo su inútil peso que fácilmente se aliviaría con el más pequeño de los USB, vuelve el material escolar encarecido; vuelven las mismas clases y con menos profesores y todo un programa para aprender mientras el mundo no hace los deberes, mientras ningún responsable aprende la lección que debería darle no serlo, mientras los políticos nacionales juegan a hacer ver que están al mando de una situación que se les escapa ya no sólo de las manos sino también de los labios y no dicen nada o sólo dicen eso, en cada rueda de prensa, en cada comparecencia en el congreso; vuelven las hojas caídas de un otoño que se anticipa en los preparativos de un invierno del que no se acaba de salir, vuelve, en medio de tanto calor todavía, todo el frío de la incapacidad sacando pecho.
Vuelve el ritmo feroz de las noticias relevantemente fugaces, vuelve la realidad rotativa a prender fuego sobre la ilusión, y arden las ganas y las fuerzas a fuego lento sin lograr cambiar la realidad más cruda, al punto de los que la devoran; vuelve el látigo de lo que se decide a golpear sobre el cuerpo más raquítico y numeroso, vuelven a buscar entre los contenedores las llaves de sus yates y entre la miseria de muchos la riqueza suficiente con la que poder sobornar a los remordimientos y la conciencia, riqueza con la que unos pocos logran costearse una injusticia que todavía les es rentable.

Vuelven los eufemismos y se crea un banco malo sin haber logrado encontrar uno bueno, los rescates siguen siendo apoyos financieros y el secuestro de un país sigue llamándose rescate. Vuelve Rajoy a decir que está maniatado pero que sin embargo está seguro de lo que hace. Vuelven las incongruencias, la inutilidad y el silbido alargado para tapar al verbo que no se marcha y arrasa.