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Uno ha tenido la oportunidad de haber participado en los nacimientos de más de 30 entidades, las cuales han tenido ámbitos locales, insulares, autonómicos o nacionales, así como de índole tan diversa como: deportivas, sociales, culturales, de comunicación, históricas y de otros sectores; tanto en tiempos de la democracia como en anteriores. Todas ellas han motivado la oportunidad de mantenerme en ellas un periodo (yo le he llamado) de puesta en marcha, que ha tenido un tiempo diverso de duración. Pero igualmente siempre he seguido sus evoluciones desde dentro o fuera. He motivado reflexiones o curiosidades por recordar el inicio y sus recorridos, tanto en el aspecto asociativo de sus vinculados, de sus actividades y las formas de gestión de sus dirigentes, al tiempo que me han interesado las situaciones económicas que han vivido las mismas.

Las entidades se han diversificado en sus filosofías durante este periodo, se ha pasado del voluntariado total en ejecución de actividades y la gestión, a las incorporaciones de profesionales, de gente a trabajo compensado y otras. Con el apaño de servir como punto laboral de sus dirigentes o técnicos. Este hecho motivó que, en general, se haya tejido una gran fortaleza para la sociedad, que está más representada e identificada con los objetivos de las asociaciones y con sus tiempos. Pero la evolución es evidente, ya que actualmente los vínculos en una gran mayoría no son del sentimentalismo de la afinidad social del pasado siglo, ahora el vínculo depende de la búsqueda de servicios y sensaciones que puedan recibir. La prueba evidente es el crecimiento de las entidades de ámbito social y la diversificación de las restantes, estas últimas con la gran preocupación de lograr gestores, ya que la población ha vivido en un alto estatus de bienestar que ha alejado a los posibles gestores de ser parte activa de tal vital sustento para la continuidad.

Durante estos años, las instituciones han sido las grandes beneficiadas de tales núcleos, ya que les han generado unas actividades, que con mínimo coste y atención han funcionado y cubierto la vida social de muchos núcleos y poblaciones. Situación que de no haber sido por estas entidades la vida social de las poblaciones hubiera tenido un devenir muy diferente.

La actual falta de dirigentes en las entidades hace que las mismas dependan de la gestión de pocas personas, y esto provoca que si a tal situación unimos la falta de recursos y espacios para las gestiones y actividades, las sombras son diversas para mantener la estructura asociativa. Las entidades y la administración deben buscar el camino de la colaboración para seguir manteniendo vivas las entidades y sus actividades.