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Es difícil convencer a los jóvenes de la importancia de una buena formación cuando el número de parados con estudios universitarios se ha cuadruplicado desde el inicio de la crisis en 2007. También se constata un desánimo entre los trabajadores sin empleo que han intentado conseguir un puesto de trabajo a través de los cursos de formación, que incluso se han reconvertido con un considerable esfuerzo personal y sin embargo la profundidad de la crisis no les ha permitido firmar un contrato. No les faltan razones para el desánimo, sin embargo la alternativa no puede ser abandonar la formación y la especialización. Los economistas demuestran que los países y regiones con mejores niveles educativos e incluso con un mayor número de personas con notas altas consiguen uno o dos puntos más de PIB que los que se encuentran a la cola, entre los que se incluyen España y Menorca. Por otra parte, la Administración parece haber aparcado el esfuerzo en la organización de cursos formativos, una actividad que no queda al margen de los recortes cuando también es un factor básico para salir reforzados de la crisis. En cuanto a los universitarios, a los que se califica de capital humano altamente capacitado, no pueden tener como única alternativa la emigración profesional.