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Lo que es público cumple, como mínimo dos condiciones: no es privado y por tanto es de todos y, en segundo lugar, se puede conocer, porque no forma parte de algo individual, interno, personal. La conclusión es que lo público debe ser posible que se convierta en publicado. Sin embargo, la administración crea laberintos donde todo se confunde, con normas que no clarifican, sino que enmarañan, obstaculizan.

Todo esto viene a cuento de la forma en que se puede acceder a algo tan público como los registros de la Propiedad y Mercantil. Hace ya unos años, con la nueva legislación de protección de datos, se abrió el debate sobre si cualquier persona tiene derecho a acceder al Registro y conocer toda la información sobre un propietario. El registrador debe conocer el motivo de la consulta y si considera que no es adecuado puede negarse a facilitar la información. Ahora, en Maó, si quieres ver una inscripción te hacen una fotocopia del libro y antes de que la puedas consultar un empleado del Registro dedica parte de su jornada a borrar todos los datos personales del propietario. Lo que sí queda archivado en el Registro durante tres años es la solicitud de quien hace la consulta, con todos sus datos personales.

Facilitar el acceso a la información es lo que permite avanzar en materia de transparencia, algo que los políticos prometen en campaña electoral, pero casi nunca cumplen. La tendencia de que lo público sea algo "privado" de los administradores está en alza. La protección de datos personales es un buen argumento y a veces una excusa perfecta para poner barreras al libre acceso a la información.

Una mujer puede estar o no embarazada, pero no un poco embarazada. Lo público, lo es, más o menos, a veces, según el estado de ánimo del registrador. Y si eres periodista, ¿cuál es tu interés conocido? ¿Acaso pretendes publicar lo que es público?