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El Oscar a la mejor actriz de este año, por su papel en la tragicomedia romántica "El lado bueno de las cosas", ha sido para la joven y bellísima Jennifer Lawrence. Al subir la escalinata para recogerlo, sufrió un traspiés con su vestido de Dior, retransmitido a millones de telespectadores en directo y en diferido.

Ha sido una de las anécdotas de la gala. Incluso Michelle Obama, la primera dama, hizo la lectura del premio a la mejor película. "Argo"… se muere en el alma de los mandamases iraníes, que han anunciado que ofrecerán próximamente su propia versión de los hechos.

Aquí tenemos los Goya (salvando las distancias transoceánicas), con los que se intenta promocionar nuestra industria del séptimo arte. Aunque no llegamos ni de lejos a la experiencia y el atractivo de Hollywood en este tipo de eventos. Por algo la conocen como "la Meca del cine". En nuestro caso, el estilo es más reivindicativo y agridulce. Por eso, a la hora de pasar por taquilla, la mayoría miramos hacia la Meca.

La fiesta del glamour y las cantidades exorbitantes de dólares, con sus estrellas y planetas desfilando sobre la alfombra roja, nos muestra un mundo sin crisis ni penalidades palpables. Sobre la pasarela desfilan los rostros y cuerpos más famosos y deseados del mundo, vestidos para la ocasión de una forma refinada y espectacular.

Vivimos en un mundo de contrastes exagerados. Ese, tan brillante, lujoso y admirado, donde la mujer es el centro de todas las miradas, sufre un grave tropiezo cuando vemos la cara B, y pasamos del lado bueno de las cosas a "la noche más oscura". Nos enteramos de la situación real de infinidad de mujeres en Afganistán, India, México, China, África o España, sin ir más lejos. La infamia está muy repartida. Violaciones, muertes, maltratos, discriminación, explotación sexual, desigualdades, opresiones y olvidos. Estamos demasiado lejos de lo que debería ser. Una sociedad que ha convertido a las personas en consumidores anónimos y masificados, no puede traer más que degradación, corrupción, dolor e injusticias.

Pensar no es políticamente correcto, pero Nancy Huston ha escrito un libro "Reflejos en el ojo de un hombre" que intenta reflexionar sobre la situación de la mujer, incluyendo temas reales como la belleza, la moda, las dietas, los fármacos, la cirugía estética, la pornografía y la prostitución. Si hombres y mujeres no nos entendemos, cambiar las cosas no pasa de ser una bella utopía. El valor y la dignidad del ser humano no son una moda pasajera. Son una exigencia ética de nuestra conciencia e intelecto. Muchísimas cosas conspiran en su contra, y no deberíamos olvidarlo, pues la ignorancia o la incultura, es la primera de ellas.

En 1977 la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. No basta con proclamar los Derechos Humanos. Es preciso trabajar y luchar por ellos. En los momentos tan difíciles que compartimos, es más urgente que nunca recordar aquellas convicciones que nos unen y definen de manera efectiva, por encima de discursos rimbombantes y egoísmos ruines.

La mujer no es un objeto. Sus derechos son fundamentales.