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Manuel Culebra Muñoz, quien adoptó el nombre literario de Manuel Andújar, es uno de los más destacados escritores españoles del exilio mexicano y autor de una rica obra narrativa, y, en menor grado, poética y teatral, lamentablemente desconocida por la crítica y por el público y a la que los manuales de literatura al uso apenas dedican, en el mejor de los casos, unas breves líneas. En el año del centenario de su nacimiento, que se celebra actualmente, queremos reivindicar su memoria, silenciada tan injustamente.

Manuel Andújar fue uno de los miembros de la pléyade de intelectuales izquierdistas de la "España peregrina", que hubieron de exiliarse, víctimas del odio fratricida, que alimentó la Guerra Civil. Su vida estuvo marcada por su compromiso político, su militancia clandestina en el Partido Comunista y el decidido apoyo a la República. Los tristes acontecimientos le obligaron a marchar a Francia, donde vivió una dura y traumática experiencia, al ser internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien, circunstancia que inspiró su primera obra. Posteriormente se trasladó a México con su familia, donde permaneció veintiocho años. Allí su vida siempre estuvo relacionada con la literatura y la empresa editorial. Gerente de la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económico, creó una amplia obra narrativa. Fundó la revista "Las Españas", que aglutinó a los más destacados escritores republicanos del exilio.

Su vasta producción narrativa arranca con "Saint Ciprien, campo de concentración"(1942) en la que narra la dramática experiencia sufrida, movido por la rabia y el dolor. En ella hay ya apuntes de personajes y situaciones que aparecerán en obras posteriores. La obra, un alegato contra la indignidad del ser humano y de la guerra, fue el primer paso de su aventura literaria, que, en su mayor parte, constituye una lúcida reflexión sobre la realidad española.

Asentada en una prosa sólida, rigurosa y muy elaborada, dotada de un estilo que evoluciona del realismo crítico al simbólico, su narrativa evidencia un trasfondo trágico, existencialista, aunque, a pesar de su severo pesimismo, sus obras traslucen un halo de esperanza. Toda ella se encuadra en un vasto ciclo titulado "Lares y penares" en el que, con absoluta independencia argumental, incluye una trilogía: "Vísperas", que apareció, inicialmente, como tres novelas sueltas: "Llanura"(1947), "El vencido"(1949) y "El destino de Lázaro"(1959), y que, posteriormente, reunió como una serie, pues en ellas se aprecia una unidad temática: una detallada reconstrucción de los prolegómenos de la Guerra Civil: los condicionamientos sociales, los precedentes ideológicos y las rivalidades personales que impulsaron a todo un pueblo a la contienda fratricida. Unidad que hizo extensiva al resto de su obra. Y así, incluyó su primera novela "Cristal herido"(1945) en la que retrata, en un relato coral, la profunda frustración de aquella animosa juventud republicana, que no sólo perdió la guerra sino también las esperanzas de construir una sociedad más libre y más justa. En todas estas obras hay un reflejo de experiencias vividas, un trasunto testimonial, fiel y puro, de los recuerdos que subyacen, bien grabados, en la memoria del autor.

Tras su regreso a España, en 1967, compaginó su labor de escritor con su trabajo en Alianza Editorial y concentró sus esfuerzos en dar continuidad a su proceso creador. Y así, en 1973, publicó la novela que constituye el centro neurálgico del ciclo narrativo: Historias de una historia, su obra más importante. Se trata de un extenso relato, contado desde la óptica republicana, en el que el tema de la Guerra Civil es tratado con un talante conciliador, transido de humanismo, muy alejado del espíritu propagandístico con el que se había abordado este asunto en la literatura castellana. Sus novelas posteriores: Cita de fantasmas y La voz y la sangre, ambas publicadas en 1984, mostraron una nueva orientación en su narrativa. En ellas, Andújar incorpora una interesante reflexión sobre la novela. Son los propios personajes quienes indagan acerca de la realidad individual y colectiva de un pueblo que no se resigna al sistemático enfrentamiento estéril. Según el autor, las nuevas generaciones deben responsabilizarse de construir una nueva España sobre unos cimientos nuevos; la historia no debe repetirse.

Ante la imposibilidad de referirnos al resto de su obra literaria, dejamos constancia, sin embargo, de la notable calidad de sus poemarios y de sus creaciones dramáticas. Muy interesantes son, también, sus ensayos y sus numerosas críticas literarias. La actual conmemoración centenaria debería servir, al menos, para redimir su obra del injusto ostracismo en que ha permanecido sumida y alentar el interés de lectores y estudiosos por conocerla e investigarla.