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El pueblo español, como antaño los pueblos de la antigüedad, ha recibido un nuevo oráculo en forma de 10 recomendaciones de la pitonisa, Christine Lagarde, que nos llegan no del templo de Apolo sino de otro más moderno que es la sede del FMI.

Entre otras claves para la recuperación económica vuelve a incidir en un nuevo recorte a los salarios: un 10 por ciento añadido en clave de "suma y sigue". A juzgar por la recomendación podría pensarse que la sede del FMI esté, por lo menos, tan lejos de la realidad como la morada olímpica de los dioses lo estaba de los mortales. ¿Acaso el FMI no sabe todavía que vivimos en un sistema capitalista en el que los actores económicos (empresas, trabajadores y gobiernos) interactúan libremente en un espacio global que llamamos mercado para favorecer la fijación de precios? Digo "libremente" por ajustarme a la definición, lo cual no significa que interactúen en un plano de igualdad, pues si algo caracteriza al mercado es su semejanza con la jungla, o sea, un medio en el que impera la ley del más fuerte.

¿Hasta dónde quiere llegar nuestra pitonisa de cabellos plateados en el vaciamiento del poder adquisitivo de la clase trabajadora? ¿Tanto cuesta comprender que el empobrecimiento de los asalariados hundirá completamente el consumo? ¿Tanto cuesta comprender que sin ingresos suficientes los asalariados no podrán obtener créditos al consumo que constituye una parte sustancial de la actividad económica española?
Corolario: el pueblo español paga el reflotamiento del sector financiero -con más de 40.000 millones de euros- con el fin "vital" de favorecer la concesión de créditos, pero ahora satisfechas las arcas de la banca y extenuadas las fuerzas de la ciudadanía, nos dice la banca que no somos "demanda solvente" para merecer la concesión de sus créditos. Simple y llanamente: nos la han "metido doblada".

A pesar de los oráculos, no puede crearse empleo por mucho que bajen los salarios porque, precisamente como consecuencia de ello, lo que baja es la demanda de bienes y servicios que es el verdadero motor generador de empleo; sin demanda, no hay para quien producir pues no hay nadie a quien venderle; y si no hay nada que vender ¿qué necesidad hay de producir y de emplear a personas? La lógica está ahí y es evidente, aunque haya quien no quiera ver lo evidente.

El oráculo nos conduce a un estado de "peorestar" social lleno de apáticas empresas y famélicos consumidores que, eso sí, cual pulgosos canes, moveremos la colita (dicen que así se expresa la alegría en los perros) cuando nos vayan echando en las comederas televisivas, la información de la evolución del déficit, de la confianza de los mercados y de la prima de riesgo.

Por lo menos en la antigüedad las divinales intérpretes ofrecían sus oráculos con la dosis de ambigüedad suficiente como para permitir diferentes interpretaciones, de manera que siempre se garantizaban el acierto. Nuestros actuales oráculos son tan torpes que ofrecen predicciones numéricas exactas sobre el PIB, la tasa de paro, la de deuda, etc; que no hacen más que corregir en un alarde de desaciertos permanentes. Equivocarse está de moda, ¿o no?